miércoles, 10 de diciembre de 2014

Peña Nieto y el desorden público

Por Mónica Vázquez Delgado
@MnicaVzquez2
Peña Nieto el 27 de noviembre  anuncio 10 puntos de acción que comprende el Plan de legalidad y justicia
Foto: Excelsior
El jueves 27 de noviembre, un día después de que se cumplieran dos meses de la desaparición de los estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa, Peña Nieto anunció sus 10 estrategias por un México “pacífico” y “justo”.
El decálogo peñanietista estaba enfocado a temas de “seguridad” y “transparencia” administrativa (después de que se supiera que nuestro presidente tenía una “Casa Blanca”).

Peña mencionó que el gobierno federal debe tomar control de la seguridad en municipios, donde su policía está liderada por grupos delictivos; redifinir la competencia de cada autoridad en el combate al delito y la creación de policías estatales.
El tema de seguridad para el mandatario priista, ha sido una estrategia para poder legitimar su violencia ejercida en represiones. Inkram Antaki, escritora siria en su libro El manual del ciudadano contemporáneo comenta que la violencia proviene del Estado y éste es el “monopolio legítimo de la violencia”, es decir que los gobernantes deben hacer uso de ésta para que sus acciones sean aprobadas.
Díaz Ordaz, en su discurso del primero de septiembre dijo: “hemos sido tolerantes, pero todo tiene un límite”, aludiendo a que las movilizaciones estudiantiles “alteraban el orden público” ¿qué es el orden público para nuestras autoridades? El dos de octubre, la violencia por parte del Batallón Olimpia, grupo paramilitar mandado por el gobierno, fue el acto para poder “argumentar” la matanza hacia estudiantes.
Ahora, vayamos a Ayotzinapa. En las movilizaciones sociales, desde el primero de diciembre de 2012, los medios de comunicación han “informado” de la violencia que se realiza en las marchas y por eso es “necesaria” el uso de la fuerza pública y la próxima “Ley mordaza”, la cual coloca límites a la libre manifestación: horarios y lugares específicos para movilizarse en contingente.
Además, la quema de palacios municipales o cierre de carreteras como protesta, el ejecutivo lo criminaliza porque eso no es “manifestación pacífica” y califica de violencia a todos los actores involucrados. No aplaudo dichos eventos, pero sí considero que es una forma de comunicar el hartazgo, la crisis de credibilidad y legitimidad que tienen las instituciones en nuestro país.
Toda la violencia que el mismo Estado construyó y generó, ahora la intenta transformar en hechos que necesitan “argumentarse” con más violencia. Por eso, el discurso de un decálogo, que se traduce en “la vía hacia el México de Paz y Justicia”, es referido al uso de policías dirigidos desde el poder federal para centralizar la seguridad y estrategias.
Carlos Fazio, periodista y autor del libro El terrorismo mediático: la construcción social del miedo en México, comentó que actualmente en nuestro país se originan funciones policiacas a los militares y se militariza a la policía.
¿Redifinir a las autoridades que estén con el crimen organizado? Es solo una frase disfrazada de eufemismo, de querer posicionar a Peña “victorioso”, ahora en la crisis mediática en la que se halla.
La justicia, la transparencia y los Derechos Humanos fueron el tema del discurso de Peña Nieto, un decálogo que simula la solución, pero sí intentó e intenta comunicar que la estrategia de seguridad es militar-policial porque al parecer también para su gobierno “todo tiene un límite”.
Y para la ciudadanía, Ayotzinapa encausó demandas y movilización porque el desorden público que generaron los gobernantes es motivo para usar la organización y fuerza social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario