Ø En lugar de dar
prioridad al diálogo e intercambio de opiniones se intentan imponer criterios
absolutos que persiguen intereses personales y/o de grupo.
Ø Tlatelolco no es
una isla ajena a lo que pasa en la ciudad, en el país o en el mundo, los
departamentos, los edificios, las áreas comunes se han tenido que adaptar a las
necesidades de los habitantes en ocasiones acertadas y en otras no.
Por Héctor Márquez Zermeño
Torre Insignea de Tlatelolco. Foto: Harold Mayer |
A sus 50
años de existencia, la unidad habitacional se ha venido desgastando día a día y
no solo en los cimientos de sus edificios o por su edad de uso, sino también en
los cimientos de su población y esto se debe a la descomposición social que se manifiesta
entre los vecinos; toda vez que en lugar de dar prioridad al diálogo e
intercambio de opiniones se intentan imponer criterios absolutos que persiguen
intereses personales y/o de grupo.
La apatía y
la falta de solidaridad en que estamos sumidos una gran parte de los habitantes
traen como consecuencia que cuando se presentan problemas, nos conformamos con
verlos comentarlos y aceptarlos y si surge algún grupo casi siempre lo hace con
un interés protagónico y divisionista, abanderando en ocasiones una causa que
puede ser legítima o no.
Para quienes han hecho de la política una forma de
obtener dinero y poder, la apatía les favorece, así han manipulado esta nación
a su antojo, saqueándola y vendiendo en oferta sus recursos naturales (reforma
energética, etc.), ofreciendo a los grandes corporativos nacionales y
extranjeros un ejército laboral al que pagan salarios de miseria.
En el país
se presenta una disyuntiva cada vez más cercana a un colapso, dado que la
visión del “bienestar” para México es diametralmente opuesta de cómo siente ese
supuesto bienestar la mayoría de la población y cómo lo disfrutan unas cuantas
familias.
El presidente
de la República y su partido atraviesan por una crisis de credibilidad muy
fuerte a nivel nacional e internacional frente a casos no resueltos como lo
ocurrido recientemente en Tlatlaya, Estado de México y en Ayotzinapa, Guerrero,
además de la entrega de recursos estratégicos a inversionistas nacionales y
sobre todo extranjeros. También "han
apostado a la falta de memoria de los mexicanos" y desgraciadamente,
en ésta apuesta siempre han ganado, pero en la actualidad la conciencia de los
ciudadanos del país, ya no comulgan con ruedas de molino como antes.
Tlatelolco
no es una isla ajena a lo que pasa en la ciudad, en el país o en el mundo, los
departamentos, los edificios, las áreas comunes se han tenido que adaptar a las
necesidades de los habitantes en ocasiones acertadas y en otras no.
El aumento
constante en el precio de la gasolina y el diésel es una inflación simulada en
la que el poder adquisitivo se pierde cada vez más.
En
una comunidad tan diversa como la tlatelolca, deben caber y se deben respetar
todas las formas de pensamiento para que podamos organizarnos y convivir mejor,
dejar de lado los intereses personales y de grupo y por ningún motivo promover
o provocar el enfrentamiento entre vecinos.
Vale la pena recordar una frase que escuchamos en un
discurso del Sub Marcos "Que las
diferencias que nos separan no impidan mirar hacia el mismo objetivo".
Plaza de las Tres Culturas Foto: Harold Mayer |
¿Qué futuro
queremos para Tlatelolco?
Con apatía, indiferencia y falta de solidaridad el
porvenir, muy probablemente será el siguiente:
Ø
Edificios
inseguros estructuralmente por falta del necesario mantenimiento.
Ø
La
delincuencia terminará por tomar como suyos nuestros espacios públicos.
Ø
La
cultura se convertirá en artículo inalcanzable para la comunidad.
Ø
Los
servicios de recolección de basura, poda de árboles y jardines, alumbrado,
vigilancia, etc., quedarán sujetos a la buena o mala voluntad de las
autoridades.
Para que esto no suceda es necesario participar en un
ambiente armónico, civilizado, tolerante y pacífico con el objeto de mejorar
nuestra calidad de vida.
Espero que
estas líneas, les sirvan para reflexionar
sobre el futuro que deseamos
Hasta
la próxima y resistamos civilizada y pacíficamente, para mejorar nuestro
entorno.
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