Por Edgar
Ramos Magaña
A principios de los 60s... Mi madre y el suscrito en el
estacionamiento del Arteaga.
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A principios de los 60´s, fue
tirada la casa donde vivíamos en la colonia Guerrero, por la ampliación de la
avenida Reforma, mi padre por ser empleado de gobierno, fue beneficiado, con un
departamento en Tlatelolco, siendo este en el Edificio 4.
Sin embargo por cuestiones de
trabajo, cambiamos a radicar en 1962 a la ciudad de Xalapa, Ver. Tenía en ese
entonces 5 años y el departamento quedo al cuidado de un tío, que en ese
entonces era soltero y cuando veníamos de vacaciones, llegábamos a edificio 4,
cuando regresamos de nueva cuenta a radicar a la ciudad a mediados del año de
1968 y siendo 7 hermanos, mi madre y padre, este busco un financiamiento y
adquirió un departamento en el edificio José Ma. Arteaga y dos hermanos mayores
y mi abuela materna, quedaron a vivir en el 4 y el resto en el Arteaga, ahí
empezó la verdadera aventura, a terminar la primaria en la Francisco Medina
Ascencio en la 3ª unidad. Me sentía en un mundo de ensueño, los negocios, los
andadores donde paseaba en mi bici, los juegos de béisbol en la explanada del
Arteaga,el cine que nos quedaba a un costado, que más podíamos pedir.
Fuimos testigos de la
construcción de la estación del metro Tlatelolco, y desde una de las ventanas
del departamento, vimos como sacaron esqueletos y vasijas de barro y otras
cosas de los antiguos tlatelolcas.
También fuimos testigos de la
terrible matanza en la unidad el 2 de octubre, salimos a la 4 PM. De ver un
hermano hospitalizado en el centro médico nacional y ningún taxista nos quería
traer a Tlatelolco, uno que nos trasladó hasta Insurgentes y Manuel González,
nos dijo que iban a matar estudiantes, como lo supo? De ahí caminamos hasta el
Arteaga y antes de llegar a la avenida Guerrero, empezamos a oír el tableteo de
las ametralladoras, vimos pasar policías, soldados, inclusive vimos como una
tanqueta atropello a una mujer que había salido del cine, mi madre nos protegía
como podía y llegamos al departamento, se oía el correr de gente, gritos,
nosotros en el medio de la sala, muy asustados, mi padre andaba fuera de la
ciudad, cortaron la luz y el teléfono, que terrible noche y que triste
recuerdos, hasta 4 días después pude regresar a clases y aun se veían zapatos
tirados en la explanada de las 3 culturas, supimos que cuando empezó la
balacera, cerraron las puertas de la iglesia a miles de personas que buscaron
refugio.
Luego llegaron los días de
secundaria en la 83 de Lerdo y Nonoalco, como no acordarme de los huaraches que
comíamos en la esquina contraria, las visitas a comprar la despensa al centro Mercantil,
el salón los Ángeles y tanta historia en esos lugares.
Posteriormente me lance a la
aventura, a trabajar en distintas partes de la república mexicana, pero mis
padres y hermanos continuaron viviendo en Tlatelolco y cada que tenía
vacaciones, era obligada la visita a mis padres y a mi lindo Tlatelolco.
El terremoto del 85, yo vivía en
Monterrey y fui testigo de ese famoso telediario de Lourdes Guerrero, cuando
trate de marcarle a mama, ya no había líneas, tardamos dos días en poder
comunicarnos y como trabajaba en Pemex, juntamos ayuda en Cadereyta NL. Y la
trajimos a Tlatelolco 4 o 5 días después del temblor, que terrible tragedia, el
departamento del Arteaga, resultó muy dañado, por lo cual mis padres tuvieron
que emigrar por un año en lo que reparaban el inmueble, que increíble fue ver
tirado el Nuevo León y más que sabíamos que tenían años de pedir a las
autoridades competentes, que repararan el edificio, que ya presentaba
inclinación peligrosa (el Arteaga, también presenta una inclinación hacia el
este), nunca les hicieron caso y ver tantos edificios dañados en la metrópoli,
fue de verdad de miedo.
Mis padres fallecieron el 15 de
enero y 15 de febrero de 2004 después de vivir juntos por 54 años, y una hija
mía y una hermana quedo a vivir en el Arteaga y otro hermano en el 4, y ya en
el 2011, se casó mi hija y fue la última vez que fui a Tlatelolco, como que ya
sin mis padres, no es lo mismo, sin embargo queda en mi memoria, los buenos
recuerdos de mi infancia y adolescencia en Tlatelolco.
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