Alejandro Mario Fonseca
La noticia apareció en casi todos
los medios, tomo la de la revista Proceso. Aparece manta en Morelos: ofrecen $100 mil por cada cabeza de policía
tras masacre de Temixco.
Una manta que podría ser del
Cártel Jalisco Nueva Generación, acusó directamente a Jesús Alberto Capella
Ibarra, titular de la Comisión Estatal de Seguridad Pública (CES), de ser el
responsable de la masacre de Temixco, y también ofrece 100 mil pesos “por cada
cabeza de policía de Morelos o Mando Único”.
La manta fue localizada en uno de los
puentes de la autopista del Sol, donde se culpa y reclama al jefe policiaco por
la masacre de cuatro mujeres, un adolescente y una bebé, en un domicilio de la
colonia Rubén Jaramillo, en Temixco, el pasado 30 de noviembre.
De este hecho, estimado lector, lo
que yo quiero destacar es la reacción que tuvieron el diputado federal priista, Matías Nazario Morales y el senador
independiente Fidel Demédicis Hidalgo: demandaron por separado, la intervención
de la Procuraduría General de la República (PGR), e incluso la atracción del
caso Temixco.
Gueera contra el narcotráfico en México. Foto: Wikipedia |
¿Ya nadie cree en el gobierno?
Lo que
argumentan es lo más preocupante: “una fiscalía que en los hechos ha
demostrado ser una dependencia bajo el mando del Comisionado Estatal de
Seguridad Pública no puede conducirse con imparcialidad y profesionalismo en
este caso”. Esto sostuvo Nazario Morales, en su documento
Y remató “hace tiempo que los ciudadanos hemos
perdido la confianza y la credibilidad en nuestras instituciones encargadas de
la seguridad pública y la procuración de justicia”.
Pero
Demécis Hidalgo fue todavía más a fondo al señalar que “al final de la
cadena de mando, el superior jerárquico tanto del comisionado como del fiscal,
es el gobernador Graco Ramírez”.
A todas
luces el gobierno, en este caso el estatal de Morelos, carece de confianza
pública. ¿Por qué? porque Las circunstancias en las que ocurrió la masacre
no han sido esclarecidas. La versión oficial es que las muertes fueron producto
del fuego cruzado, sin embargo, hasta el momento los cinco detenidos producto
de los operativos, fueron puestos en libertad por violación del debido proceso
o por falta de elementos probatorios. Lo de siempre.
Y digo “lo
de siempre”, porque ya se volvió costumbre: la inseguridad y la injusticia
campean en todos los ámbitos de la vida económica política y social de nuestro
país.
El origen del mal
Los
legisladores, más allá de que trabajen para grupos políticos contrarios al
gobernador perredista Graco, están insistiendo en un tema que ya de tan
cacareado resulta hasta aburrido; lo que no significa que no debamos prestarle
suficiente atención.
Es más,
vista la petición de los legisladores con el suficiente cuidado, nos está dando
pautas para la comprensión cabal del fenómeno de la relación de los políticos
con los criminales. E incluso puede resultar útil para colaborar con propuestas
serias para resolver el problema.
De ninguna
manera se trata de acusar al gobernador Graco de nexos con el crimen
organizado. No, pero para el análisis político en términos generales el caso es
ilustrativo de que el origen del problema es político.
Y vaya que
lo es. No obstante que el problema es viejo, no fue sino hasta el gobierno de
Felipe Calderón cuando se convirtió en el monstruo incontrolable de hoy en día.
Y es que
haber llevado al ejército a las calles sin una estrategia bien pensada y
estudiada se tradujo en violencia institucional indiscriminada: corrió mucha a
sangre y sigue corriendo.
Calderón
urgido de legitimidad, actuó “a la mexicana”, improvisó: se armó hasta los
dientes y declaró la guerra al narco, sin pensar en los alcances ni mucho menos
en las consecuencias.
“Haiga sido como haiga sido”
Una
estrategia conscientemente planeada hubiera tomado en cuenta la corrupción
heredada de los grupos policiacos; la protección política de la que ya gozaban
algunos grupos; y lo más delicado, las redes de lavado de dinero a través de
los sistemas bancario y financiero.
Desde
luego que de lo que estoy hablando aquí es de un estudio preliminar del
problema, expresando las ideas más generales con las cuales trazar un verdadero
plan para la lucha contra el narco. Y que también requeriría de la
participación de especialistas, además de tiempo y recursos.
Pero a
Calderón le urgía actuar, había llegado a la presidencia “haiga sido como haiga
sido” con un margen de legitimidad casi nulo: tenía que actuar rápido y
hábilmente para sorprender a los mexicanos. Y vaya que nos sorprendió. Sembró
el terror al grado de que los mexicanos vivimos en una crisis permanente de
incertidumbre y desasosiego.
Hoy en día
nuestras vidas y las de nuestras familias carecen de seguridad, de confianza y
de certeza: vivimos en la intranquilidad permanente.
Al igual
que Fox “el bufón de Los Pinos”, Calderón careció de la entereza del estadista
que necesitábamos, siguió sus pasos y lo superó con creces. Y lo peor de todo,
Peña Nieto también.
La “amnistía” que propone AMLO
Andrés
Manuel López Obrador es especialista en atraer los reflectores. La semana
pasada en aras de restarle importancia al destape de José Antonio Meade como
candidato del PRI a la presidencia, declaró:
“Hay
que hablar con los mexicanos, con todos. Y hay que plantearles que todos
podemos ayudar a que haya paz en el país. Vamos a explorar todas las
posibilidades. Desde decretar una amnistía, escuchando también a las víctimas,
hasta exigir al gobierno de Estados Unidos que lleve a cabo campañas para
aminorar el consumo de drogas”.
Y ante la pregunta de si esta amnistía
sería para los líderes de los cárteles, AMLO respondió: “Vamos a
plantearlo. Lo estoy analizando…”
De
inmediato la clase política brincó contra AMLO. Los más rudos fueron los
priistas, desgarrándose las vestiduras lo acusaron de querer hacer de México un
“narco Estado”.
Es
increíble la habilidad política del tabasqueño. No se dan cuenta de que está
poniéndolos a “bailar a su ritmo”. Además, con su declaración nos pone a los
mexicanos frente a un espejo, donde nos vemos como una sociedad dividida y sin
liderazgo gubernamental. Una sociedad incapaz de encontrar puntos de acuerdo
básicos para apagar un incendio que sigue destruyendo nuestros hogares,
nuestros negocios, nuestro país y nuestro
futuro. (Cfr. L. A. Espino, Revista Vuelta).
La
propuesta de AMLO no es tan descabellada, los
incendios descontrolados suelen apagarse utilizando como último recurso
una gran explosión. ¿Qué le parece?
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