Visita de José Mujica a México
Por
Mónica Vázquez Delgado
15
de octubre de 2016
El
silencio también es una forma de comunicarnos, que quizás, estamos diciendo más
de lo que podemos expresar con palabras. A modo de metáfora, el silencio ese
ese “sonido” que ambienta la reflexión, pensamientos y emociones que
resguardamos en el diálogo interno.
En estos tiempos donde
todo queremos grabar y de todo queremos tener fotografía, a veces se pierde el
disfrute del silencio, pero hoy, José Mujica fue responsable de acallar el
auditorio de la Biblioteca Vasconcelos. Sí, tal vez como dijo él, muchos
estábamos ahí
porque aún creemos que esto (este
mundo) puede cambiar.José Mujica en México |
Andrés
Ganza y Ernesto Tulvobitz, periodistas uruguayos, presentaron su libro: Una oveja negra al poder, en el cual,
brevemente explicaron que recorrieron la vida política de Mujica desde antes de
su llegada a la presidencia. “Bueno, mejor termino, porque al que quieren
escuchar es a Pepe”, dijo Tulvobitz.
“México
lindo y querido, que le diste asilo a muchos de mis compatriotas”, comenzó
Mujica.
Se
podía oír estruendosamente el crujir del piso de madera cuando algún personal
de logística de la biblioteca caminaba. El silencio inundó el recinto. Queríamos
oírlo decir, como dice en su libro, que “otra política es posible”.
Era
el único de los ponentes que no tenía agua embotellada, prefirió una taza de
café. Su cabello canoso y ojos pequeños se focalizaron en cada uno de los
asistentes, nos estaba diciendo que este mundo enseña a consumir y tirar (hasta
los sentimientos).
“Pertenecemos
a una generación que queremos cambiar el mundo y nuestra mayor fortaleza es
estar convencidos, sólo seremos perdedores cuando ya no creamos en nada”,
continuó el expresidente uruguayo. Cada frase que soltaba hacia el público, era
una sonata más para el silencio. Estábamos presenciado un concierto de palabras
de esperanza.
Criticó
la cultura económica en la vivimos, donde en la rutina del día, olvidamos el
afecto y contabilizamos el amor de acuerdo a cuántas cosas poseemos. Confesó
que sí hemos tenido como mundo, progreso económico, pero hay más soledad y más
suicidios.
“Gasten
parte de su vida en luchar por los demás, en dar afecto. El mejor amor que
encontrarán, proviene de casa”, expresó y su mirada nos señaló.
Para
Mujica, el concepto de libertad yace en ocupar el tiempo en lo que uno más
quiere. Darse la oportunidad de escribir, leer, pintar o como dijo con su
acento uruguayo: “jugar el fútbol”.
“Los
únicos derrotados en esta vida son los que dejan de luchar, el triunfo no está
en ganar, más bien en volver a empezar. Los que van a la universidad, cuando
salgan, tienen que saber que servirán a la vida humanamente, porque la vida es
un milagro”.
De
repente se veía al mismo tiempo las cabezas asentir. Sonrisas, aplausos y
silencio: así fue la respuesta del público mexicano ante cada oración de
Mujica. Y es que en tiempos donde hemos dejado de creer en partidos, en la
política y nos hemos encerrado en casa ante el temor de ser violentados, el
discurso de Mujica le hizo bien a México.
Comentó
que la democracia y la igualdad viven en un amor platónico y sentenció que los
políticos que “sólo quieren plata, que se vayan a otro lado a
conseguirla”. Es verdad, como dijo, que
los partidos y las personas en el poder se enferman, y es también de sabios saberse
retirar antes de que se infecten la
ética e ideología.
“La
verdadera felicidad está en tener siempre esperanza, no olvidar nuestras ideas
juveniles. Vivir como se piensa”, concluyó en los primeros 30 minutos. Aplausos
al unísono rompieron el silencio tajantemente. Minutos en que las palmas de las
manos chocaron. Mujica sonrió.
Se
pasó al momento de preguntas y respuestas. A la entrada del auditorio
repartieron tarjetas blancas para que pudieras escribir tus cuestionamientos.
Muchas dudas, así que se dividieron en temas: Colombia y el pacto de paz y la
legalización de la mariguana.
“El
día en que tomemos la guerra como único recurso de solución, hemos perdido
nuestra parte humana”, respondió respecto al tema de Colombia.
Explicó
que el proceso de la legalización fue arduo, pero lo que los convenció fue que
lo prohibido siempre hará negocio. “El narcotráfico usa el lenguaje de la plata
y bala. La droga es plaga, no es una prosa de la libertad humana, decir eso, es
caer en una poesía barata”.
Después
de 10 horas de vuelo, de dar conferencias de prensa y estar presente en la
presentación del libro, se retiró, no sin antes, dar el último mensaje:
“Están
en una etapa de juventud donde deciden su camino, tracen hacia dónde quieran
ir. Para los papás, su más difícil tarea es luchar contra el miedo de saber qué
mundo le van a dejar a sus hijos. Luchemos por una civilización más generosa”.
De
pie, nos levantamos, aplaudimos, mientras Mujica bajaba de la tarima y caminó
del lado de los asistentes, hacia la salida.
“¡Gracias,
Pepe!”, se oyó varias veces en el auditorio. Caminó al lado de su esposa,
respondiendo en silencio bajo la sonrisa que ha cargado durante 81 años para
dar testimonio que otro mundo, otra vida, otra política sí son posibles.
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