Donald
El cardenismo: la última gran oleada de la
Revolución Mexicana
Confieso que yo fui uno entre muchos
millones de mexicanos que nos indignamos ante el revés histórico que significó
la reforma energética de Peña. Y es que para los que nos preocupamos por
conocer un poco nuestra historia, la reforma significaba claudicar a nuestros
valores nacionalistas más sentidos.
Como si el petróleo hubiera sido
durante estos 80 años uno de los motores del desarrollo nacional. Y bueno, la
verdad es que si lo fue, pero a medias.
Desde el cardenismo los sucesivos gobiernos pudieron contar con recursos
crecientes para invertir en escuelas, hospitales y en infraestructura.
Pero también es cierto que la
paraestatal Pemex se convirtió casi desde el principio en la “gallina de los
huevos de oro” de la que abusaron los políticos, los gerentes administrativos y
los líderes sindicales.
Insisto, yo soy de los que me opuse a
la reforma energética. El principal argumento que nos movía era moral: en lugar
de privatizarse la paraestatal debía reformarse para seguir siendo el principal
motor del desarrollo nacional.
Al contar ya nuestro país con
recursos humanos especializados para un relanzamiento de Petróleos Mexicanos,
lo que se requería era desmantelar la corrupción administrativa y sindical.
Vaya sueño guajiro. ¿Quién lo iba a hacer? ¿El presidente Peña y sus
secretarios? ¿El Peje?
De todo este sainete, por lo menos ya
nos dimos cuenta de algo: de que el problema de fondo es de corrupción e
impunidad. Y con esto no quiero decir que “la corrupción somos todos”, no, sino
que está muy generalizada y corroe los más altos niveles de los tres órdenes de
gobierno.
El modelo de
industrialización centralista está tocando fondo
Pero lo que sí quiero decir es que
son las anteojeras del nacionalismo revolucionario las que no nos dejan ver con
claridad lo que está sucediendo en los países de industrialización avanzada y
cómo nos afecta.
No fue sino hasta el primer debate
Hilary-Trump cuando me di cuenta de que el mundo está viviendo una Tercera
Revolución Industrial que significa desde ya, cambios dramáticos en todos los
órdenes de la vida moderna tal como la
conocemos.
La Primera Revolución Industrial, la
clásica fue la que se inició en Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Alrededor
de 1750, fue la energía hidráulica la
que impulsó la industrialización. Después vinieron las máquinas (la de vapor y
otras) que transformaron los métodos de producción. Apareció la industria
textil, la del carbón: el comercio y la agricultura se vieron fuertemente
revolucionados.
A fines del siglo XIX vendría la
Segunda Revolución Industrial, basada en la conjunción de la electricidad
centralizada, la era del petróleo, el automóvil y la construcción suburbana.
Después de la Segunda Guerra Mundial la industrialización se expandiría a lo
largo y ancho del planeta. Los Estados Unidos se convertirían en la nación más
próspera de la tierra.
El sol sale
para todos: la necesidad de un nuevo paradigma energético
Durante la última década del siglo XX
la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) le
dio al mundo industrializado ya envejecido, en crisis, nuevos bríos, mejorando
la productividad y la eficiencia: aparecieron nuevas oportunidades
empresariales y nuevos empleos.
Sin embargo las TIC no pudieron
materializar su pleno potencial comunicativo distribuido, debido a que no son
plenamente compatibles con un régimen energético y una infraestructura
comercial de carácter centralizados (verticales).
Un nuevo paradigma energético es lo
que está en el núcleo duro del proyecto de Hilary Clinton, y es eso lo que los
empresarios ignorantes y depredadores encabezados por Donald Trump no están
dispuestos a aceptar.
La nueva comunicación eléctrica de
segunda generación es de naturaleza distribuida y está adaptada para gestionar
formas igualmente de energías distribuidas, es decir renovables (limpias) y una
actividad comercial y empresarial de
carácter lateral, horizontal y democrático. (Continuará)
(Bibliografía: Rifkin, Jeremy; La tercera Revolución Industrial;
Paidós; 2014). |
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