Alejandro Mario Fonseca
Una crisis (del
latín crisis, a su vez del griego κρίσις) es
una coyuntura de
cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta
a evolución;
especialmente, la crisis de una estructura.
Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen
consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se pueden
denominar revolución.
Las crisis
pueden designar un cambio traumático en la vida o salud de una persona
o una situación social inestable y peligrosa en lo político, económico,
militar, etc. También puede ser la definición de un hecho medioambiental de
gran escala, especialmente los que implican un cambio abrupto.
Hago esta larga cita que tomé de la Wikipedia,
porque los mexicanos, al vivir permanentemente en crisis desde la década de los
años 70, ya no sabemos lo que es vivir en la “normalidad”.
Blanco sobre negro: La banca nunca pierde |
¿La crisis mexicana una enfermedad que llegó para
quedarse?
Cuando yo era
niño y durante mi primera juventud me tocó vivir una etapa que los
historiadores han etiquetado como el “desarrollo estabilizador”. Otros también
le han llamado “milagro mexicano”, fue un modelo económico utilizado en desde 1954 hasta 1970.
Las bases de este modelo radican en buscar la
estabilidad económica para lograr un desarrollo económico sostenido, continuo.
La estabilidad económica significa mantener la economía libre de problemas como
inflación, déficit en la balanza de pagos, devaluaciones y demás variables.
Antonio Ortiz Mena el secretario de Hacienda y Crédito Público fue el estratega
que logró mantener una tasa de crecimiento económico de 7% anual durante dos
décadas.
¿Qué fue lo que
pasó? Pues que los sucesivos gobiernos, desde el de Echeverría hasta el actual
de Peña Nieto, abusaron del gasto público, pusieron en circulación más dinero
del que correspondía al crecimiento real de la economía y además endeudaron al
país.
Los bancos nunca pierden
Incluso los
gobiernos panistas de Fox y Calderón no pudieron sacar al país de la inercia
heredada. Habían llegado con la oferta de campaña de la estabilidad económica,
sin embargo, aunque en menor grado, cayeron en los mismos vicios de los
priistas: abuso, despilfarro, más deuda y corrupción.
Si a alguien lo
consuela, hay que decir que México no es el único país que vive crisis
recurrentes. Ahí están Argentina y Brasil, por citar los casos más cercanos. Y
claro que allá también han padecido gobiernos malos e irresponsables; pero lo
interesante es que también están terriblemente endeudados con los bancos
mundiales, y ahí está la clave del problema.
Los bancos nunca
pierden. Si usted se endeuda y no tiene con qué pagar, le embargan sus bienes.
Igual sucede con las empresas y con los países, el poder financiero mundial
siempre gana. La acumulación capitalista necesita canalizar sus excedentes y
los grandes bancos lo hacen hacia los países “pobres”, “en desarrollo” con el
aval del Fondo monetario Internacional y del Banco Mundial.
La crisis es el modelo económico centralista, injusto
y depredador.
La sociedad
norteamericana es esencialmente consumista y uno de sus motores económicos ha
sido la industria de la construcción. A fines de los 80 el sector de bienes
inmobiliarios se saturó, la oferta fue mayor que la demanda y este hecho
combinado con la elevación de los precios del petróleo, amenazó con una grave
recesión.
¿Cómo sortearon
la crisis? La aplazaron con crédito y más crédito. La orgía consumista a base
de deuda se combinó en una burbuja inmobiliaria creada por la industria
bancaria de las hipotecas que muy pronto explotó; el precio del petróleo llegó
a máximos históricos (147 dólares por barril); todo se encareció. La crisis estalló
en 2007 y el gobierno federal tuvo que entrar al rescate de los bancos de Wall
Street con 700 mil millones de dólares.
Lo que poco a
poco ha ido quedando claro de esta última crisis, es que el modelo de
crecimiento económico basado en la energía barata de un bien no renovable
(petróleo), producido y administrado verticalmente, deviene en una acumulación
de capital, de tal magnitud, que impide el consumo masivo: las crisis
recurrentes son inevitables.
Lo que se
requiere es un nuevo paradigma económico basado en energías renovables
producidas y comercializadas de manera distribuida, lateral, democrática. Los
europeos ya lo tienen muy claro y los norteamericanos, a regañadientes también.
¿Y los mexicanos?
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