Alejandro Mario Fonseca
Si algo está quedando suficientemente
claro en la actual contienda electoral que viven los Estados Unidos, es que
están profundamente divididos. Como perros y gatos los republicanos y los
demócratas, criticando y quejándose juegan a echarse las culpas: reeditan
antiguos agravios y heridas.
Desde luego, que para quien tiene
cierto nivel educativo, las cosas están muy claras. Trump representa el pasado,
un sistema capitalista que se niega a morir, basado en el individualismo, el
egoísmo, racismo y demás taras que la modernidad poco a poco ha ido superando.
Bob Dylan durante un concierto KI PRICEREUTERS
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Hillary Clinton por el contrario
encabeza una corriente política ilustrada que claramente ve hacia el futuro,
que todavía tiene fe en el progreso, no solamente de los norteamericanos, sino
de la humanidad entera.
La disputa
por el voto de la clase media
Pero también está una amplia capa de
la población de clase media, de aquellos que han perdido la confianza en los
políticos. Son muchos los que han sido educados en la idea de que los Estados
Unidos son una gran superpotencia mundial que está en crisis: una profunda
crisis de valores.
Son los que no han decidido su voto,
están confundidos ante el lamentable espectáculo que ha llegado a niveles
insospechados de acusaciones burdas y amenazas, de revelaciones de la vida
privada que a todos avergüenzan.
Pero también son aquellos que
rememoran toscamente la llamada “generación grandiosa”, la de los que convirtieron
a los Estados Unidos en la gran potencia que hoy parece estar en declive.
Son nostálgicos que también idealizan
a la generación del “amor y paz” de fines de los años 60 y que suelen
despreciar a las generaciones posteriores. Nada más hay que ver los membretes:
“generación x”, egoístas y consentidos; “generación del milenio”, hiperactivos
y distraídos, superficiales, en suma, sin valores. Y esa es la gran pregunta
¿cómo votarán esas nuevas generaciones?
Bob Dylan
Y aquí hago un paréntesis cultural.
Es difícil no sentir nostalgia por el gran movimiento juvenil de los años 60,
que no fue nada más norteamericano, sino mundial. Yo me siento muy orgulloso de
haber vivido plenamente aquel rompimiento de valores.
Es más, no somos pocos los mexicanos
que aprendimos inglés cantando la música de los Beatles, de Bob Dylan y de muchos
otros. Enhorabuena por el Premio Nobel de literatura para Dylan.
Y es que al ganar Dylan, no nada más
ganan los Estados Unidos, sino que ganamos todos los que fuimos educados en la
izquierda contestataria, rebelde, aquella que fue pionera de la liberación
sexual, aquella que entiende la poesía pop: la música como literatura.
Somos muchos los mexicanos, europeos,
japoneses e incluso árabes, que podemos cantar a Dylan de memoria y que nos
conmovemos con sus canciones: “The answer my friend is blooming in the wind”.
El Nobel de literatura es un reconocimiento a esa herencia de la generación del
“amor y paz”.
¿Qué le
falta a Hillary Clinton?
Sin ser un experto en la materia, me
atrevo a suponer que lo que le está faltando a la campaña de Hillary Clinton es
una propuesta de Plan de Desarrollo Sostenible que pueda ser accesible a las
mayorías, a los que no saben mucho de política.
Una especie de relato que podamos
entender todos, no nada más los intelectuales y expertos. Una propuesta concisa
en la que se nos explique de manera sencilla, cómo se va a profundizar la
recuperación económica verde en la que ha venido trabajando el presidente Obama
en los ocho años que van de su mandato.
Son muchos los programas e
iniciativas y muchos los miles de millones de dólares que el gobierno federal
norteamericano ha invertido en temas como la eficiencia energética; la
generación de energías renovables (especialmente la solar y la eólica); la
modernización de la red eléctrica (para hacerla inteligente); y el desarrollo
de tecnologías de baterías para vehículos de motor eléctrico; etcétera.
En suma, lo que le está haciendo
falta a la campaña de Hillary Clinton es una descripción coherente y
convincente de lo que sería una nueva visión económica para el mundo.
Por fortuna este relato ya está en
circulación, pero el alcance es exclusivo para los especialistas. Su autor se
llama Jeremy Rifkin y el texto La Tercera Revolución Industrial (cómo el poder
lateral está transformando la energía, la economía y el mundo): hay que
difundirlo.
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