Por Alejandro
Mario Fonseca
Si algo ha
distinguido al presidente Barack Obama de las anteriores administraciones, es
su decidido apoyo a toda política que tenga que ver con la preservación del
medio ambiente.
Estoy seguro de
que con el tiempo su gobierno pasará a la historia, no solamente por haber sido
el primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca, sino también por que fue el
primero en impulsar una perseverante política de recuperación económica verde.
Han sido muchos
los miles de millones de dólares que Obama destinó a su política
medioambiental. Ha impulsado proyectos que van desde la eficiencia energética,
la generación de energías renovables, la modernización de la red eléctrica con
el propósito de hacerla “inteligente”; hasta aquellos destinados al desarrollo
de las baterías para vehículos de motor eléctrico con alimentación de red y la
de los impulsados por pilas de combustible.
Barack Obama |
Desde su primer mandato nunca dejó de
aprovechar cualquier ocasión que se le presentaba, para inaugurar o visitar
todo tipo de parques de generación de energía solar o eólica, fábricas de páneles
solares y armadoras de autos que empezaron a realizar pruebas con vehículos
eléctricos.
Como dice Jeremy Rifkin, lo que le
faltó a Obama fue un relato. Lo que
deja es un cúmulo de proyectos piloto y de programas sin interconexión
suficiente para que se adivine en ellos una nueva visión económica para el
mundo: carecía de un hilo argumental que se tradujera en un plan.
A Hillary Clinton le tocará, además
de ser la primera mujer en llegar a la presidencia de los Estados Unidos, tener el privilegio de encabezar un
plan económico integral para el futuro del país; y con importantes
repercusiones para el resto de las economías del mundo.
Una nueva
visión económica para el mundo
En su texto La Tercera Revolución Industrial, Jeremy Rifkin nos ofrece el
argumento central, el núcleo duro de lo que sería este nuevo plan: “comprender que las grandes transformaciones
económicas de la historia ocurren cuando una nueva tecnología en el campo de la
comunicación converge con unos sistemas energéticos también novedosos”.
En el siglo XIX la introducción de la
tecnología impulsada a vapor en el campo
de la imprenta trasformó este medio en la principal herramienta comunicativa
para gestionar la Primera Revolución Industrial. La imprenta a vapor con
rodillos y, después, la rotativa y la linotipia, incrementaron la velocidad de
la impresión y redujeron los costos.
De esta manera, en combinación con la
educación pública gratuita, surgió una mano de obra alfabetizada con la
suficiente preparación para organizar las complejas operaciones de una economía
fabril y ferroviaria alimentada por el carbón e impulsada por el vapor.
Ya en el siglo XX, la comunicación
eléctrica alcanzó la convergencia con el motor de combustión interna alimentado
con gasolina, lo que dio origen a la Segunda Revolución Industrial. La
electricidad marcó el inicio de la producción en masa en la que el producto más
importante sería el automóvil.
En combinación con la construcción de
carreteras de cemento y el desarrollo de los grandes centros urbanos, se dio
una dramática reorganización de la vida social, que ya con el teléfono, la
radio y la televisión, generó una red de comunicaciones para administrar y
comercializar las actividades de la nueva economía del petróleo y de la era del
automóvil.
La era del
capitalismo distribuido
En el siglo XXI estamos viviendo una
convergencia entre una nueva tecnología de la comunicación y un nuevo régimen
energético. Los europeos ya van muy adelantados. La conjunción de la tecnología
de la comunicación de internet y las energías renovables (principalmente la
solar y la eólica) está dando lugar a una Tercera Revolución Industrial.
Muy pronto millones de seres humanos
generarán su propia energía verde en sus hogares, en sus despachos y en sus
fábricas. Además la compartirán entre sí a través de redes inteligentes de
electricidad distribuida, del mismo modo que ahora crean su propia información
y la comparten por internet.
Lo más interesante, es que esta nueva
revolución basada en la “democratización de la energía” cambiará nuestra forma
de organizar el conjunto de la vida humana: entraremos a la era del
“capitalismo distribuido”.
(Bibliografía: Rifkin, Jeremy; La Tercera Revolución Industrial; Paidós;
Barcelona; 2014.)
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