Alejandro Mario Fonseca
Veo con tristeza como los
precandidatos a los puestos de elección popular que elegiremos el año que viene
se destrozan unos a otros de la peor manera posible.
Los más aguerridos son los priistas y
los morenistas, sobre todo los morenistas de origen priista. Pareciera que se
les va la vida insultándose los unos a los otros. Hasta los panistas que en
general son los más recatados empiezan a entrarle a la refriega.
Se acusan de todo, desde lo más
evidente que es mal uso y abuso de los recursos públicos, en suma la
corrupción; hasta acusaciones viles y mezquinas relativas a la vida privada,
tales como homosexualismo y demás “vicios”.
Si así están las precampañas, qué nos
espera ya en las campañas. Desde esta columna hago una humilde exhortación a
todos los involucrados en la transición política hacia el 2018 a que guarden la
calma y no caigan en provocaciones.
Hay que hacerles vacío a los malos
contendientes, lo único que están logrando con su política sucia es alejar
todavía más a la ciudadanía de la participación política. ¡Di NO a la guerra
sucia en política!
Así que a todos los aspirantes a una
candidatura los invito a actuar de manera civilizada, guardando las reglas
mínimas de respeto y urbanismo: hay que organizar foros públicos donde se
discutan con seriedad y respeto los problemas que nos aquejan y cómo
resolverlos. Fabián Jiménez en la Casa
del Puente ya nos puso el ejemplo aquí en San Pedro Cholula.
Lo que urgen son propuestas positivas
para resolver los múltiples problemas que padecemos. ¿Cómo? Pues empezando por
entender qué es un Plan de Desarrollo.
El oscuro dedazo del gran elector |
Lo primero
que necesitamos son conceptos claros
Está de moda hablar de desarrollo
sustentable. Hoy en día casi todo el mundo se dice ecologista sin saber bien a
bien de qué hablan. Incluso hay quienes viven del discurso ecologista y son los
peores detractores de la ecología; es más viven de la mentira y del abuzo, están aliados con la
caricatura que queda del ogro filantrópico; además son “exitosos”, gozan de
riquezas e impunidad: pertenecen al clan del niño verde.
Dicho lo anterior, entro en materia.
Lo primero que hay que decir, es que el término “sustentable” es erróneo, no
existe en español. Lo correcto es decir sostenible.
Sustentable es aquello que se puede defender con razones. En cambio
sostenible es aquella cosa o acción que se puede mantener, sostener, a lo largo
de un tiempo razonable.
Y para poder entender qué es el desarrollo sostenible, también hay que
aclarar qué es el desarrollo. Y resulta que el desarrollo no es un simple
crecimiento como muchos economistas neoliberales creen. El desarrollo económico
si es el incremento en la producción de bienes y servicios, pero no nada más,
también debe incluir el incremento en bienestar social; es decir debe incluir
inversión en salud y en educación, por lo menos.
Además, el desarrollo sostenible es
aquel que no daña el medio ambiente, pero no nada más en el futuro inmediato o
en el mediano plazo, sino en el tiempo largo.
¿Qué es el
desarrollo sostenible?
En suma, el desarrollo sostenible es aquel en el que se logra crecimiento
económico con la creación de nuevas empresas,
públicas y privadas, manteniendo un medio ambiente limpio, en una
sociedad en la que se garantiza el bienestar mediante servicios educativos y de
salud de calidad, y todo esto en el
tiempo largo.
Otro error grave de conceptualización
es creer que este tipo de políticas solo las puede implementar el gobierno
federal y de allí bajarlas a los estados y finalmente a los municipios.
Entonces si el gobierno federal no hace nada
concreto, nada serio sobre el tema, si se queda en la retórica y la
demagogia, los acuerdos mundiales como
el que se dio recientemente en Paris sobre el cambio climático, serán un
rotundo fracaso.
Por no hablar del abuzo en cuanto a los
salarios de los funcionarios involucrados en los programas, de las escaleras de
moches y en general del despilfarro.
Es exactamente al revés, son los
municipios los que deben impulsar proyectos de desarrollo sostenible en función
de sus propias capacidades, su potencial y sus condiciones sociales concretas y
específicas.
Algunos municipios cuentan con una
vocación hacia el desarrollo industrial y comercial; otros como el de Cholula,
más enfocada hacia el turismo, la agricultura y la producción artesanal.
Como ya hemos constatado en éste
último sexenio, los programas de desarrollo regional anunciados por la presidencia
de la república no han podido llegar a buen puerto debido a que los estados y
municipios no rompen con los vicios de corrupción heredados.
Transparencia
Lo que se requiere son tres cosas,
buenos proyectos de desarrollo sostenible, viables, en los que participe la
ciudadanía; buenas relaciones con los
gobiernos estatal y federal para bajar recursos; y todo realizado en un marco
de total transparencia, en el que participe la ciudadanía organizadamente
vigilando, supervisando y auditando todo
el proceso.
Pero la transparencia no se debe
quedar allí, también debe incluir las actividades de los grupos políticos y las
de sus principales dirigentes, líderes y candidatos. Es decir la transparencia
también debe incluir las actividades de los políticos previas a su elección.
Así que lo que los ciudadanos
queremos escuchar de los políticos en campaña, son propuestas claras para
resolver problemas y sobre todo cómo le van hacer para resolverlos. Y todo esto
en un ambiente de total transparencia, de cara a la sociedad.
Los rumores, los chismes, calumnias y
demás no ayudan en nada: lo que provocan es un ambiente tenso y repulsivo. La
impresión que me da es que los mecanismos de selección de los candidatos son
los que están propiciando este caldo de cultivo autodestructivo.
No es casual, que sea precisamente
entre priistas y morenistas, donde se está tensando más el ambiente
preelectoral. ¿Por qué? pues porque es precisamente en estos partidos en los
que más oscura es la designación de candidatos: el oscuro dedazo del gran
elector.
Pero todo esto no quiere decir que
los demás partidos escapen a está calamidad: son los dirigentes, los que están
en las cúpulas de los partidos, los que se reparten el poder. Urge la
democracia hacia el interior de los propios partidos.
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