viernes, 17 de mayo de 2019

Con AMLO la empleomanía y la meritocracia ¿se acabaron?

Alejandro Mario Fonseca
Investigando sobre los “cambios profundos” en el sistema político mexicano, que trajo la democracia, encontré en el blog del politólogo Jesús Silva-Herzog Márquez:

 En un famoso discurso pronunciado el 21 de septiembre de 1827, José María Luis Mora bautizó con el nombre de empleomanía, el furor con el que el nuevo Estado se disponía a crear y a multiplicar los puestos públicos.

Frente a la tradición colonial que reservaba la administración a una casta de privilegiados, los gobiernos del país recientemente independizado se dedicaron a inventar cargos y aumentar dependientes.

El Estado no se dirigía a procurar beneficios colectivos, a asegurar la ley o a proveer educación para los ciudadanos. Su propósito era otro: dar trabajo.

El régimen colonial reservaba los privilegios a sus cortesanos: ahí estaba en exclusiva el poder y el influjo. Los primeros gobiernos independientes pensaron que, para constituir la igualdad, había que multiplicar los cargos públicos.

Silva Herzog nos recuerda uno de los grandes males de nuestra historia política, desde el momento mismo de la Independencia: el abuso de poder y la corrupción “legal”.

¿Se acabaran los aviadores?

Don José María Luis Mora
Fue un sacerdote, político, ideólogo e historiador mexicano del siglo XIX. Considerado como uno de los primeros exponentes del liberalismo en México, pugnó por la separación Iglesia-Estado.

Mora veía con horror la práctica de la empleomanía: económicamente era ruinosa, envenenaba la vida pública y corrompía a los ciudadanos.

En su ensayo De la empleomanía, Mora recoge las advertencias de Constant sobre la libertad de los modernos mal entendida.

No se ejerce la libertad al estar dentro del poder sino al permanecer a salvo de él. Este gran liberal mexicano explicaba desde muy temprano que la propensión burocrática del Estado mexicano era una amenaza seria a las libertades: por un lado engorda al poder; por el otro degrada a los individuos, decía.

La empleomanía era un recurso político para extender el influjo de los gobiernos sobre la gente. Usar las arcas públicas para cultivar lealtades y gratitudes: el que mucho da mucho manda.

No había grandes secretos en el operativo: los dependientes se volverían incondicionales del benefactor. La empleomanía “fue” una adicción política con terribles consecuencias económicas.


¿Ya quedó superada?
Desde que me inicié en el mundo laboral, primero en PEMEX  y después en la Universidad Autónoma de Puebla, me di cuenta de este vicio tan perjudicial para México.

En la refinería de Azcapotzalco, donde trabajé a principios de los años 70 me di cuenta de la enorme cantidad de personal contratado para no hacer nada. Sobre todo en los puestos administrativos: directores, sub directores, súper intendentes, jefes, sub jefes,… en fin, una larga lista de puestos burocráticos, la mayoría de ellos innecesarios.

Ya trabajando aquí en la Universidad poblana, me di cuenta de otro fenómeno asociado a la empleomanía: el multi chambismo. Había profesores que siendo contratados por tiempo completo, tenían otros empleos o hasta empresas y en la universidad trabajaban muy poco.

Había casos extremos, aquellos que tenían contratos de tiempo completo en dos instituciones o hasta en tres. Y le estoy comentando mi experiencia directa, yo la vi. En todo el sector público sucedía lo mismo.

El caso de los médicos es escandaloso. Hubo casos de aquellos que con plazas en el ISSSTE, y en el IMSS, además eran profesores de tiempo completo en la Universidad. Pero además tenían su clínica particular: verdaderos superhombres. ¿Cómo le hacían?



La meritocracia
Se trata de una de las taras de la burocracia mexicana que he criticado toda la vida. Jesús Siva-Herzog Márquez remata: un Estado dedicado a generar empleo dentro de sí mismo, lo obstruye fuera. La mira no está en el resultado de la acción pública sino en la multiplicación de los subordinados.

Los empleos se multiplican así sin consideración a su necesidad. Pronto el Estado se ve repleto de empleos innecesarios que exigen enormes gastos públicos y, en consecuencia, aumento de impuestos. 

Pero aún hay más, como decía el cómico de la televisión: concomitante al fenómeno de la empleomanía, está el de la meritocracia o aspirantismo.
Gabriel Zaid a la meritocracia le llama aspirantismo. En su ensayo de Letras Libres publicado en marzo del 2011 señala: las aspiraciones son: 

Proyectos mal encubiertos de algunos políticos, dirigidos a alcanzar una elevada posición. [...] Pocos, muy pocos, son los actores políticos que…no aspiran a llegar pronto a primeros galanes.
Además nos aclara que la palabra aspirantismo, que José María Luis Mora también usó en su famoso Discurso sobre los perniciosos efectos de la empleomanía (México, 1827) es:


La propensión insaciable del hombre a mandarlo todo y a vivir a costa ajena con el menor trabajo posible [...] de los puestos públicos y la creación de nuevos empleos a que aspirar [...] ha hecho de la administración un campo abierto al favor, a las intrigas y a los más viles manejos [...] por el aspirantismo.


El Chapulinato
Por fortuna, ahora en el gobierno de la 4 T de AMLO, ya se acabaron la empleomanía y la meritocracia, que a todas luces son parte de la corrupción. Una corrupción light, o disfrazada, o “legal “si usted quiere, pero al fin corrupción.

¿De verdad ya se acabaron? Lo dudo mucho y en verdad espero equivocarme. Porque lo que yo veo es que MORENA ya es el PRI de antes. Gran parte de la militancia del PRI cual alegre chapulín saltó al partido del Peje, y del PAN también; y no se diga del PRD, de los verdes y demás.

Pero bueno, todavía falta ver que de verdad ahora se implementen mecanismos de control que impidan la empleomanía y demás vicios. Por lo pronto por acá abajo, en el orden municipal  no vemos cambios, todo sigue igual.

Las mismas caras, la misma displicencia, los mismos directores que delegan sus funciones en sus “encargados”, sin ningún plan de trabajo de verdad alternativo que tome en cuenta a las comunidades. Aunque bueno, hay excepciones, por ejemplo lo que está haciendo la Dirección de Cultura de San Andrés Cholula, ¡en hora buena!

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