Alejandro Mario Fonseca
Todos tenemos grabados en nuestro
disco duro, en nuestra memoria, algunos sueños o hasta pesadillas que nos
marcaron para toda la vida. Yo tengo varios.
La pesadilla más angustiosa de todas
es la que tuve en mi primera juventud, por allá a mediados de los años 60,
tendría unos 15 años cuándo soñé una bruja que me atacaba.
Dormía plácidamente en un cuarto
ubicado en la azotea de un edificio de 22 pisos (como las torres de
Tlatelolco). Y las paredes del cuarto eran transparentes: desde allí observaba
las estrellas y las luces de la ciudad de México (todavía no sentaba sus reales
el smog).
Y de repente llegaba una bruja
montada en su escoba que me atacaba. Y las paredes, además de transparentes,
eran elásticas, así que la punta de la escoba de la bruja me golpeaba sin
romper la pared.
Bruja |
Se trataba de una bruja clásica como
las que aparecen en los cuentos de los hermanos Grimm: güera, gorda, narizona y
con granos en la cara. Disfrutaba mucho los trancazos que me daba con la punta
de su escoba y se reía a carcajadas.
Después de Freud, desde finales del
siglo XIX han abundado las explicaciones psicológicas y
psiquiátricas de la brujería, y otros investigadores también han señalado el
paralelismo que existe entre la sintomatología de las drogas alucinógenas con
las expresiones físicas y emocionales de las brujas.
La
interpretación de los sueños
Sobre todo han insistido
(como Michel Foucault) en el componente de histeria sexual de la
brujería:
La represión
sexual del puritanismo acentuado en los
siglos XVI y XVII propiciaría la floración de múltiples
desviaciones. Los sabbats serían
sueños motivados por ardientes deseos sexuales reprimidos por la moral
dominante. (Cfr. Wikipedia).
La represión mitificó la sexualidad
en relación directamente proporcional a la persecución del placer generado por
histerias y locuras penosas.
La interpretación de los sueños es una obra
de Sigmund Freud. La primera edición fue publicada inicialmente
en alemán en noviembre de 1899. La publicación inauguró la
teoría freudiana del análisis de los sueños: la vía regia hacia el
conocimiento de lo inconsciente dentro de la vida anímica.
Freud plantea que los sueños son una
realización alucinatoria de deseos y por consecuencia, una vía privilegiada de
acceso al inconsciente, mediante el empleo del método interpretativo
fundado en la asociación libre de los símbolos más importantes del
sueño.
Mi intención no es la de profundizar
en las teorías que explican los sueños, sino la de destacar que muy
probablemente, mi sueño de la bruja está relacionado con mi situación de
adolescente y de mi despertar sexual; en el contexto de una educación católica
represiva.
La pesadilla
de los enanos verdes
Otro sueño macabro que tengo muy
presente es el de los enanos verdes. Aunque con variantes, ha sido recurrente a
lo largo de mi vida como maestro.
También sucede en un edificio alto
(creo que Tlatelolco me marcó) pero ya no es en la azotea, sino en uno de los
elevadores.
Esperando la llegada del elevador me voy
rodeando de niños que empiezan a hacerme travesuras, burlándose de mí,
empujándome y aventándome cáscaras de fruta. Poco a poco se van convirtiendo en
una especie de enanos verdes.
Eran muy parecidos a los “chaneques”, esas
criaturas de la mitología mexica. Entidades asociadas al inframundo cuya
principal actividad es cuidar los montes y los animales silvestres. Son muy
traviesos, muy mentirosos y cochinos.
El sueño es divertido pero macabro.
Ya encerrados en el elevador, los enanos me hacen coquillas, se montan en mí, juegan,
pero de repente también me muerden y hasta me golpean, hasta llegar el momento
en que el sueño se vuelve aterrador.
Para explicar esta pesadilla tengo
dos hipótesis. Probablemente esté ligada a la agorafobia que siempre he tenido a
pesar de haber sido maestro toda la vida.
Entonces los enanos verdes serían una
representación de algunos de mis alumnos: aquellos que echan relajo en clase,
que no ponen atención o que están esperando el momento propicio para poner en
aprietos al maestro y burlarse de él.
O pudiera estar ligada con alguna
escena ya olvidada de acoso escolar que
sufrí de niño. Ya saben, esa forma de maltrato psicológico, verbal o físico que
se da entre estudiantes de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado
tanto en el aula, como fuera de ella: el bullying.
El día en
que me perdí
Pero déjeme contarle otra de mis
pesadillas más terribles, que es aquella en la que me pierdo. Primero me
sucedió y luego se convirtió en uno de mis sueños pesados, a veces ligero pero
también a veces muy pesado.
Sucedió un domingo por la tarde. Yo
tendría 5 o 6 años y mi padre nos había llevado a una fiesta familiar a la casa
de una prima, Lulú que era mayor que nosotros, trabajaba como secretaria en
PEMEX, se llevaba muy bien con mi mamá.
Ella vivía con su esposo Pepe y sus
tres hijos en Santa Fe, una colonia de clase media como Tlatelolco, pero
horizontal, con muchas casas idénticas y muchas áreas verdes también idénticas.
(Nada que ver con él Santa Fe de ahora).
Y sucedió que después de la comida
los niños salimos a jugar. Mis sobrinos-primos eran muy inquietos, pronto los
perdí de vista, al igual que a mis hermanos: así que me perdí.
No recuerdo cuanto tiempo estuve
perdido. Pudo haber sido una hora o menos, pero a mí se me hizo eterno.
Deambulé por la colonia y poco a poco me fui convirtiendo en un niño zombi
preso del terror.
Todas las casas, todos los jardines,
corredores y demás eran iguales. Muy pronto la gente, los adultos y los niños
se convirtieron en una masa que saltaba, gritaba y se burlaba de mí a
carcajadas. Yo sufría, pero fue un gran alivio cuando mi madre y mi prima me
encontraron vagando ya muy cansado, resignado y asustado: fue como volver a la
vida.
Reflexión
política
Me acordé de estas pesadillas porque
acabo de ver la última película de Jordan Peele, Nosotros, que trata de una niña que se pierde en un laberinto de
espejos. Véala, está muy buena.
Y termino esta colaboración pensando
en que los mexicanos si podemos salir de este laberinto de violencia y
corrupción que heredamos de los malos gobiernos.
Dando lo mejor de nosotros mismos,
con ética y trabajo comunitario podemos colaborar con el gobierno de la 4T. Tal
vez sea la última oportunidad que tenemos para salir de una pesadilla que ya
lleva más de 30 años.
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