lunes, 27 de mayo de 2019

La profundización de la tragedia poblana

Alejandro Mario Fonseca

Hace medio año escribí sobre la “Tragedia Poblana”. Recién se había desplomado, en un santiamén, una corriente política que había dominado Puebla durante 10 años: el morenovallismo.

Todavía no sabemos qué fue lo que realmente pasó. El gobierno federal rápidamente anunció que se haría una investigación exhaustiva sobre el desplome del helicóptero en el que viajaba el senador Moreno Valle con su esposa, la flamante gobernadora Martha Erika Alonso de Moreno Valle.

Y mientras seguimos esperando los resultados de la investigación, lo que sí sabemos con certeza es que al desplomarse el helicóptero,  el morenovallismo también se desplomó.

Y paradójicamente, seis meses después aun cuando pudiera ganar el candidato de la oposición, el Dr. Enrique Cárdenas, la corriente política que encabezaba el senador Moreno Valle no resurgiría. Porque si algo distingue a Cárdenas es su probidad.

Barbosa: una oclocracia o el gobierno de los peores.

En cambio si ganara el candidato oficial, el del partido  Morena, Barbosa; sí podría conformarse un esquema de gobierno muy parecido al de la oligarquía morenovallista.


¿Qué nos espera con Barbosa?
Y para darnos cuenta de lo que digo, no hay que escarbar mucho en el pasado de Barbosa: se trata de un distinguido miembro de la oligarquía que dominó por muchos años al PRD, la de los “chuchos”.

Además, en estos últimos días en los que Barbosa ya se siente vencedor, ha dado muestras claras de su prepotencia y arrogancia. Intentó regañar en público nada menos que a Carmen Aristegui, por “haber permitido que uno de sus entrevistados (Acosta Naranjo, creo) hablara mal de él”.

Claro que a Carmen simplemente le dio risa el desplante de Barbosa. Pero unos días después, en otra entrevista se mostró más que arrogante, soberbio e insultante. Se refirió a los que no vamos a votar por el cómo unos pendejos.

Si así nos está tratando cuando todavía no ha llegado a la gubernatura ¿qué nos espera? Pero mi intención no es caer en las descalificaciones fáciles, ni en los dimes y diretes.

Mejor hablemos de la otra tragedia, la verdadera tragedia económica, política y social que los malos gobiernos priistas (incluido el morenovallismo) heredaron a los poblanos.

Y para entender cabalmente esto, hay que echar mano de la tragedia clásica griega, que deliberadamente incluye al espectador, en nuestro caso, a la ciudadanía poblana.


¿Qué le sucede al espectador? ¿Qué sucede con el ciudadano?
En la tragedia griega es el protagonista el que incurre en hamartia (error trágico), lo cual provoca que el público experimente la catarsis. Esto se debe a que el héroe no merece su caída, y el público lo compadece.

Dado que el héroe es parecido al público, este teme que la misma situación pueda presentársele. Y esta identificación crea la compasión y el miedo dentro de cada espectador; no obstante, quedan purgados cuando la obra finaliza y el público se da cuenta de que era solo una imitación.

Las tragedias se representaban ante los dirigentes atenienses de la época. Casi todos ellos habrían sido ricos, y muchos políticos nada virtuosos. Así que los autores trágicos griegos escribían deliberadamente para ellos: los ciudadanos.

Hay que recordar que los ciudadanos eran los únicos terratenientes, ya que podían poseer tierras y dedicarse a los asuntos de la polis (ciudad). La mejor ocupación de la clase ciudadana eran los asuntos políticos de la urbe, un verdadero trabajo vocacional para esta clase social.

También se consideraban hombres libres a los extranjeros residentes llamados metecos (mercaderes, comerciantes y banqueros marítimos) que podían participar en las actividades culturales de las ciudades griegas.

Por último estaban los esclavos, los parias de la época. Estaban en el último peldaño del escalafón. No eran libres, sino que pertenecían a otras personas y obviamente estaban excluidos de las actividades culturales, tales como las representaciones teatrales trágicas. Había cinco esclavos por cada ciudadano.


La verdadera tragedia poblana
Mutatis mutandis, es decir haciendo los cambios necesarios, la tragedia que acaba de vivir la clase política poblana, puede entenderse como un símil de la tragedia clásica griega, pero al revés. Ya que somos los ciudadanos los que heredamos una situación de tragedia.

De ninguna manera quiero decir que la muerte de Rafael Moreno Valle y de su esposa no sea una tragedia, si lo es sobre todo por las circunstancias en que sucedió.

Sin embargo, hay una tragedia mucho más profunda que los expertos comentaristas están dejando de lado: la tragedia de una sociedad poblana dividida al extremo del fanatismo.

Y es que el fanatismo es apasionamiento: una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz en defensa de, entre otros, una idea, teoría, cultura, estilo de vida.

Y para entender esto hay que profundizar un poco en la caracterización de la sociedad poblana. Se trata de una sociedad tradicional en el más estricto sentido de la palabra.

Los seres humanos somos animales de costumbres. La tradición enraíza en las costumbres: aquellas pautas de convivencia que una comunidad​ considera dignas al constituirse. Y como esto le da seguridad, las  mantiene para que sean aprendidas por las nuevas generaciones, como parte indispensable de su legado cultural.


¿Barbosa heredero del morenovallismo?
No es difícil demostrar lo que estoy diciendo. Por ejemplo, en la esfera de la economía Puebla se destaca como una entidad productiva muy bien ubicada a nivel nacional. Pero si atendemos al producto interno bruto per cápita, se ubica entre los últimos lugares: en Puebla la pobreza es costumbre.

En la esfera de la política seguimos siendo una entidad dominada por una oligarquía priista camuflada de azul y muy pronto de rojo-marrón. El patrimonialismo estatal poblano es una excepción nacional que incluso le apostó a perpetuarse en un Maximato en el cual el “Señor manda y seguirá mandando”.

Y en cuanto a la esfera de lo social, la tradición cultural católica que habría que rescatar, se ve empañada por la desinformación, el chisme y la mentira. Ya es muy difícil saber a quién creerle. Lo que impera es la desconfianza.

Pobreza, autoritarismo y desconfianza se traducen en tragedia social: el concepto clásico se invierte, la hipótesis de la farsa se fortalece ante una sociedad dividida y fanatizada.

¿De verdad? ¿Barbosa se perfila como el nuevo oligarca poblano? Lo dudo, más bien le apuesto a algo muy parecido a lo que se está viviendo el estado de Morelos con el “Cuau” de gobernador: una oclocracia o el gobierno de los peores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario