Alejandro Mario Fonseca
Hace medio año escribí sobre la “Tragedia
Poblana”. Recién se había desplomado, en un santiamén, una corriente política
que había dominado Puebla durante 10 años: el morenovallismo.
Todavía no sabemos qué fue lo que
realmente pasó. El gobierno federal rápidamente anunció que se haría una
investigación exhaustiva sobre el desplome del helicóptero en el que viajaba el
senador Moreno Valle con su esposa, la flamante gobernadora Martha Erika Alonso
de Moreno Valle.
Y mientras seguimos esperando los
resultados de la investigación, lo que sí sabemos con certeza es que al
desplomarse el helicóptero, el
morenovallismo también se desplomó.
Y paradójicamente, seis meses después
aun cuando pudiera ganar el candidato de la oposición, el Dr. Enrique Cárdenas,
la corriente política que encabezaba el senador Moreno Valle no resurgiría.
Porque si algo distingue a Cárdenas es su probidad.
Barbosa: una oclocracia o el gobierno de los peores. |
En cambio si ganara el candidato
oficial, el del partido Morena, Barbosa;
sí podría conformarse un esquema de gobierno muy parecido al de la oligarquía
morenovallista.
¿Qué nos
espera con Barbosa?
Y para darnos cuenta de lo que digo,
no hay que escarbar mucho en el pasado de Barbosa: se trata de un distinguido miembro
de la oligarquía que dominó por muchos años al PRD, la de los “chuchos”.
Además, en estos últimos días en los
que Barbosa ya se siente vencedor, ha dado muestras claras de su prepotencia y
arrogancia. Intentó regañar en público nada menos que a Carmen Aristegui, por
“haber permitido que uno de sus entrevistados (Acosta Naranjo, creo) hablara
mal de él”.
Claro que a Carmen simplemente le dio
risa el desplante de Barbosa. Pero unos días después, en otra entrevista se
mostró más que arrogante, soberbio e insultante. Se refirió a los que no vamos
a votar por el cómo unos pendejos.
Si así nos está tratando cuando
todavía no ha llegado a la gubernatura ¿qué nos espera? Pero mi intención no es
caer en las descalificaciones fáciles, ni en los dimes y diretes.
Mejor hablemos de la otra tragedia,
la verdadera tragedia económica, política y social que los malos gobiernos
priistas (incluido el morenovallismo) heredaron a los poblanos.
Y para entender cabalmente esto, hay
que echar mano de la tragedia clásica griega, que deliberadamente incluye al
espectador, en nuestro caso, a la ciudadanía poblana.
¿Qué le
sucede al espectador? ¿Qué sucede con el ciudadano?
En la tragedia griega es el
protagonista el que incurre en hamartia (error trágico), lo cual provoca que el
público experimente la catarsis. Esto se debe a que el héroe no merece su
caída, y el público lo compadece.
Dado que el héroe es parecido al
público, este teme que la misma situación pueda presentársele. Y esta
identificación crea la compasión y el miedo dentro de cada espectador; no
obstante, quedan purgados cuando la obra finaliza y el público se da cuenta de
que era solo una imitación.
Las tragedias se representaban ante
los dirigentes atenienses de la época. Casi todos ellos habrían sido ricos, y
muchos políticos nada virtuosos. Así que los autores trágicos griegos escribían
deliberadamente para ellos: los ciudadanos.
Hay que recordar que los ciudadanos
eran los únicos terratenientes, ya que podían poseer tierras y dedicarse a los
asuntos de la polis (ciudad). La mejor ocupación de la clase ciudadana eran los
asuntos políticos de la urbe, un verdadero trabajo vocacional para esta clase
social.
También se consideraban hombres libres a los extranjeros
residentes llamados metecos (mercaderes,
comerciantes y banqueros marítimos) que podían participar en las actividades
culturales de las ciudades griegas.
Por último estaban los esclavos,
los parias de la época. Estaban en el último peldaño del escalafón. No eran
libres, sino que pertenecían a otras personas y obviamente estaban excluidos de
las actividades culturales, tales como las representaciones teatrales trágicas.
Había cinco esclavos por cada ciudadano.
La verdadera
tragedia poblana
Mutatis
mutandis, es
decir haciendo los cambios necesarios, la tragedia que acaba de vivir la clase
política poblana, puede entenderse como un símil de la tragedia clásica griega,
pero al revés. Ya que somos los ciudadanos los que heredamos una situación de
tragedia.
De ninguna manera quiero decir que la
muerte de Rafael Moreno Valle y de su esposa no sea una tragedia, si lo es
sobre todo por las circunstancias en que sucedió.
Sin embargo, hay una tragedia mucho
más profunda que los expertos comentaristas están dejando de lado: la tragedia
de una sociedad poblana dividida al extremo del fanatismo.
Y es que el fanatismo es
apasionamiento: una actitud o actividad que se manifiesta con pasión exagerada,
desmedida, irracional y tenaz en defensa de, entre otros, una idea, teoría,
cultura, estilo de vida.
Y para entender esto hay que
profundizar un poco en la caracterización de la sociedad poblana. Se trata de
una sociedad tradicional en el más
estricto sentido de la palabra.
Los seres humanos somos animales de costumbres. La tradición
enraíza en las costumbres: aquellas pautas de convivencia que una comunidad
considera dignas al constituirse. Y como esto le da seguridad, las mantiene para que sean aprendidas por las
nuevas generaciones, como parte indispensable de su legado cultural.
¿Barbosa heredero
del morenovallismo?
No es difícil demostrar lo que estoy
diciendo. Por ejemplo, en la esfera de la economía Puebla se destaca como una
entidad productiva muy bien ubicada a nivel nacional. Pero si atendemos al
producto interno bruto per cápita, se ubica entre los últimos lugares: en
Puebla la pobreza es costumbre.
En la esfera de la política seguimos
siendo una entidad dominada por una oligarquía priista camuflada de azul y muy
pronto de rojo-marrón. El patrimonialismo estatal poblano es una excepción
nacional que incluso le apostó a perpetuarse en un Maximato en el cual el “Señor manda y seguirá mandando”.
Y en cuanto a la esfera de lo social,
la tradición cultural católica que habría que rescatar, se ve empañada por la
desinformación, el chisme y la mentira. Ya es muy difícil saber a quién
creerle. Lo que impera es la desconfianza.
Pobreza, autoritarismo y desconfianza
se traducen en tragedia social: el concepto clásico se invierte, la hipótesis
de la farsa se fortalece ante una sociedad dividida y fanatizada.
¿De verdad? ¿Barbosa se perfila como
el nuevo oligarca poblano? Lo dudo, más bien le apuesto a algo muy parecido a
lo que se está viviendo el estado de Morelos con el “Cuau” de gobernador: una
oclocracia o el gobierno de los peores.
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