Reflexiones desde el insomnio
Del cine público al privadoPor José María Arellano Mora*
En
cincuenta y tantos años ha cambiado la manera de disfrutar el cine, el ritual
para asistir a la sala de exhibición y de lo que se consume mientras se ve la
película; sí, las “pepitas”,
cacahuates, muéganos, gomitas, palomitas…
Y
a pesar del avance de la tecnología y de las sociedades, hay lugares donde ni siquiera existe, como tal, una
sala de exhibición; realidades que contrastan con algunos cines, que ahora, venden
en la exhibición, la disque cuarta
dimensión.
Pero,
hablando del mundo cinematográfico, éste ha marcado en cada época el gusto y la
manera de interpretar la realidad.
Veamos:
Por
los años sesentas, un día acompañé a mi tía Concepción a un pueblo donde fue por
un documento, por la tarde muy animada mi pariente me preguntó ¿Quieres ir al
cine?
-Sí
-muy animado le contesté-
-Pero
tienes que llevar tu silla.
-¿Qué?
–sorprendido reflexioné-
En
fin, fui con la silla hacia una bodega de los Ferrocarriles Nacionales de
México; en la entrada una señora despachaba cacahuates tostados y semillas de
calabaza, las “pepitas”. En una
pantalla improvisada exhibieron: El hijo de King Kong.
Las
matinés del Majestic, cine que estaba en el parque de la Santa María la Ribera,
fui a ver aquellas películas kilométricas apológicas representadas por Víctor
Mature o un Kirk Douglas. Para ello, llevaba a hurtadillas una mega bolsa de
papel de estraza con palomitas hechas en casa. Y después de 2 largometrajes; ver
el final de cada una de ellas con ojos desventurados un enorme THE END,
prácticamente el fin de un domingo más.
Estando
en la escuela primaria Augusto César Sandino, al mes podíamos disfrutar por
sólo 20 centavos una majestuosa película en nostálgico blanco y negro en la
sala de eventos de la embotelladora Coca
Cola; a tres cuadras de la escuela.
Viviendo
ya en Tlatelolco, el Majestic, quedaba retirado, pero ahora estaban cercanos
los cines Briseño y Soto; éste, años después, lo subdividieron en mini salas y
le nombraron Juan Orol.
Cine Briseño. Originalmente fue teatro, 1907. En 1932 se convirtió en cine. Se quemó en 1955. Por los noventas se llamó Cine Nacho Torres. Fuente: Internet. |
Lo
peculiar de éstos, entre otras cosas, era su gran cantidad de butacas y más del
Briseño, éste estaba entre las calles de Camelia y Luna sobre la décima Calle
de Guerrero, hoy Eje Uno Poniente. El Soto, en la calle del mismo nombre, entre
las calles de Sol y Degollado. Eran salas donde se congregaban familias enteras.
Recuerdo
que presencié la construcción palmo a palmo del cine Tlatelolco pero ésta evocación
se transforma en una imagen que se disuelve lentamente para formar parte de los
recuerdos distantes.
Si
el flashback no falla, “La Trampa” (1966) de Sidney Hayers, estelarizada por Oliver Reed y Rita
Tushingham fue el filme inaugural del cine; le
siguieron Romero y Julieta, Tiburón, El Planeta de los Simios…
Ex cine Tlatelolco. Fotografia: José Ma. Arellano. |
Marcó una época y acuñó a cada uno de quienes los frecuentaron y,
por qué no, algunos lo lleno de un plus
porque la sala era una de las mejores; las butacas eran cómodas y con el
suficiente espacio entre las hileras de ellas. El espectador de enfrente no
obstruía la visión de la pantalla; ésta de magnificas dimensiones y por
supuesto de un espectacular audio.
El cine Tlatelolco fue una sala de exhibición fuera de lo común que encuadró un estatus distinto ante los otros cines aledaños
a la Unidad.
Actualmente por la inseguridad y un tanto por la economía, la gente
alquila o compra-pirata una “peli” para disfrutar las imágenes
secuenciales en su televisor; en la intimidad de su sala, en familia o solo.
Como en la película La Ley
de la Calle1, veo ya el alboreo del paisaje, entrecierro
los ojos y me imagino, en blanco y negro… las nubes pasan rápido: Cine… ex cine
Tlatelolco, ¿THE END?.
*
Diseñador gráfico.
1 De
Francis Ford Coppola, La Ley de la Calle
(Rumble Fish). 1983.
Está excelente este blog, me gusta la forma en que me hiciste vivir con tu relato la historia del cine tlatelolco.
ResponderEliminarYo viví un tiempo en el edificio Tamaulipas y debo de decir que esa unidad habitacional tiene un algo que no puedo describir con palabras.
Desafortunadamnete tuve que mudarme a otra ciudad pero nunca olvidaré mis tiempos que viví siendo un niño en tlatelolco. Quisiera algún día regresar.
Pero ientras tanto seguiré leyendo tu blog.
El cine soto se encontraba sobre la calle de soto,entre las calles de mosquera y degollado. Le cambiaron el nombre a juan orol, por el cineasta. Después fue una bodega de bienes asegurados.
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