Alejandro Mario Fonseca
En estos tiempos que nos tocó vivir,
de violencia generalizada a lo ancho y largo de nuestro país y del mundo,
conviene revisar algunos de los textos clásicos sobre el tema. Entre estos
destaca la Historia natural de la
agresión, editado en español por Siglo XXI, en 1970.
El contenido del texto son las
ponencias de un simposio celebrado en Londres en 1963, en el que participaron
principalmente antropólogos, sociólogos y psiquiatras. El objetivo fue el de
estudiar el origen de la agresión en la especie humana, en especial en
situación de guerra, pero también la violencia al interior de grupos humanos en
situaciones de convivencia “normal”.
El hombre es el mamífero más agresivo del
planeta. La auténtica lucha abierta entre mamíferos parece darse sólo cuando la
densidad de la población es excesiva para los recursos del medio, de manera que
hay un grave hacinamiento.
El ser humano parece ser una
excepción. Los no imaginados estratos de
maldad del corazón humano han causado la muerte de 59 millones de personas en
guerras y luchas homicidas entre los años 1820 y 1945. (Freeman). Y no se diga del 45 para acá, súmele usted.
¿Es innata la violencia humana? Los
testimonios humanos parecen casi inequívocos; la agresión no es meramente una
respuesta a la frustración, es un
impulso universal de hondas raíces.
Entre las ponencias destacan las que
estudian el comportamiento de los animales, en cuanto a sus actitudes
agresivas, tanto por su interés intrínseco como para su comparación con los
actos de la especie humana.
Donald Trump y Kim Jong-um |
La violencia
entre primates
Una de las ponencias más interesantes
es el experimento del profesor
norteamericano Harry F. Harlow. Lo que hizo fue criar monos Rhesus aislados de sus madres, pero con
acceso entre ellos en una especie de
sociedad de huérfanos exenta de influencia de adultos.
Los huérfanos entablaron relaciones
entre ellos con algo menos de rapidez y facilidad que grupos similares con
acceso a sus madres. Pero cuando crecieron, los huérfanos fueron monos normales
desde el punto de vista de la conducta, con comportamiento sexual y explorador
normales, y niveles de agresividad normalmente moderados.
Por otro lado, algunos monos jóvenes
fueron criados aislados no solamente de sus madres sino también unos de otros.
Ya crecidos, mostraron graves trastornos del comportamiento. Se parecían a los
pacientes esquizofrénicos humanos. Cuando se les dio posteriormente
oportunidad, no mostraron respuestas sociales positivas de ninguna clase. Se
estuvieron sentados, mirando fijamente, en sus jaulas, y se mordían si se
acercaba alguna persona.
Su conducta sexual estaba muy
trastornada. Pero unas cuantas hembras criadas así fueron finalmente preñadas
por machos normales excepcionalmente pacientes y persistentes. Tales hembras
tuvieron hijos; pueden, pues, describirse como “madres sin madre”.
La conducta de las madres sin madre
hacia sus pequeños fue tremenda e inhumana (o mejor “no simiesca”). No
mostraron respuesta ni atención positivas. Los monos pequeños intentaban sin
cesar entrar en contacto físico con sus madres, que los tiraban o pisoteaban
como si fueran desperdicios o parásitos.
Al igual que los huérfanos considerados anteriormente,
los monos jóvenes tuvieron acceso unos a otros, y adquirieron cierta capacidad
para la conducta social. Pero evidentemente habían padecido una intolerable
frustración en su infancia. A medida que crecieron, mostraron más agresión que
ningún otro de los grupos estudiados, y a veces se diría que se asemejaban a
los delincuentes juveniles humanos.
Conclusión: la agresividad intensa,
anormal para la especie, sólo apareció en los monos sometidos a la crianza de
una “mala” madre. Y debemos recordar que estas “malas” madres lo eran a causa
del modo como habían sido criadas. Claramente el elevado nivel de agresividad
de un primate es producto de la tradición cultural.
En los seres humanos la cultura se
transmite no sólo por los padres sino también, especialmente en la
adolescencia, por iniciación, adoctrinamiento y otras presiones sociales; o en
el mejor de los casos, por la educación.
¿La agresión
entre los individuos es equiparable a la agresión entre los Estados?
Se trata de un desafío a las
fronteras entre las disciplinas de la sociología y la historia. No existe
ningún acuerdo sobre la respuesta al problema de la agresión entre individuos
llevada al contexto de la gran agresión entre las naciones, entre los Estados.
En aquél coloquio no hubo acuerdos.
Para unos no hay testimonios directos que puedan iluminarnos sobre el origen de
las guerras. Los antropólogos y biólogos arguyen que los seres humanos no
poseen proclividad innata hacia la guerra; por eso es que es necesario
adoctrinarlos para que peleen; además de que hay muchas naciones que se
mantienen en paz durante las guerras.
En cambio los historiadores aceptan
las guerras como un componente del comportamiento humano y analizan las causas
de la guerra entre las naciones y los Estados en términos políticos y
económicos racionales.
De todas las ponencias, la más
interesante es la de John Burton, un diplomático australiano que rechaza la
noción de agresividad entre los Estados soberanos.
Para el la agresividad entre animales
es válida. E incluso entre los seres humanos puede explicarse en términos de
frustración, miedo, desplazamiento y chivos expiatorios; en suma, no cree que
la agresividad humana pueda establecerse como una cosa normal.
Conclusión
Lo que existen son tendencias
agresivas entre individuos, que al estar en posición de poder político, inducen
a los Estados nacionales a actuar agresivamente.
Y aquí viene lo más interesante: esto
empuja a todo Estado a estar esperando alguna agresión, aun cuando no haya
enemigo discernible, y la política de defensa del Estado producirá precisamente
el resultado que intenta evitar.
Donald Trump y su homólogo Kim
Jong-um son ejemplos claros y actuales de ese tipo de individuos agresivos que
están empujando a sus respectivos Estados hacia la guerra.
No creo que se trate de “hijos de mala madre”
como los primates que estudió Harlow. En
todo caso se trata de dos juniors enfermos, herederos de un gran poder, que
fueron educados en la prepotencia, en la avaricia y en el desprecio a los
valores que heredamos del Humanismo y de la Ilustración. Ya veremos hasta donde
llegan
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