viernes, 18 de agosto de 2017

Donald Trump y Kim Jong-um dos enfermos que amenazan al mundo

Alejandro Mario Fonseca

En estos tiempos que nos tocó vivir, de violencia generalizada a lo ancho y largo de nuestro país y del mundo, conviene revisar algunos de los textos clásicos sobre el tema. Entre estos destaca la Historia natural de la agresión, editado en español por Siglo XXI, en 1970.

El contenido del texto son las ponencias de un simposio celebrado en Londres en 1963, en el que participaron principalmente antropólogos, sociólogos y psiquiatras. El objetivo fue el de estudiar el origen de la agresión en la especie humana, en especial en situación de guerra, pero también la violencia al interior de grupos humanos en situaciones de convivencia “normal”.

 El hombre es el mamífero más agresivo del planeta. La auténtica lucha abierta entre mamíferos parece darse sólo cuando la densidad de la población es excesiva para los recursos del medio, de manera que hay un grave hacinamiento.

El ser humano parece ser una excepción. Los no imaginados estratos de maldad del corazón humano han causado la muerte de 59 millones de personas en guerras y luchas homicidas entre los años 1820 y 1945. (Freeman). Y no se diga del 45 para acá, súmele usted.

¿Es innata la violencia humana? Los testimonios humanos parecen casi inequívocos; la agresión no es meramente una respuesta  a la frustración, es un impulso universal de hondas raíces.
Entre las ponencias destacan las que estudian el comportamiento de los animales, en cuanto a sus actitudes agresivas, tanto por su interés intrínseco como para su comparación con los actos de la especie humana.

Donald Trump y Kim Jong-um

La violencia entre primates
Una de las ponencias más interesantes  es el experimento del profesor norteamericano Harry F. Harlow. Lo que hizo fue criar monos Rhesus aislados de sus madres, pero con acceso entre ellos  en una especie de sociedad de huérfanos exenta de influencia de adultos.
Los huérfanos entablaron relaciones entre ellos con algo menos de rapidez y facilidad que grupos similares con acceso a sus madres. Pero cuando crecieron, los huérfanos fueron monos normales desde el punto de vista de la conducta, con comportamiento sexual y explorador normales, y niveles de agresividad normalmente moderados.
Por otro lado, algunos monos jóvenes fueron criados aislados no solamente de sus madres sino también unos de otros. Ya crecidos, mostraron graves trastornos del comportamiento. Se parecían a los pacientes esquizofrénicos humanos. Cuando se les dio posteriormente oportunidad, no mostraron respuestas sociales positivas de ninguna clase. Se estuvieron sentados, mirando fijamente, en sus jaulas, y se mordían si se acercaba alguna persona.
Su conducta sexual estaba muy trastornada. Pero unas cuantas hembras criadas así fueron finalmente preñadas por machos normales excepcionalmente pacientes y persistentes. Tales hembras tuvieron hijos; pueden, pues, describirse como “madres sin madre”.
La conducta de las madres sin madre hacia sus pequeños fue tremenda e inhumana (o mejor “no simiesca”). No mostraron respuesta ni atención positivas. Los monos pequeños intentaban sin cesar entrar en contacto físico con sus madres, que los tiraban o pisoteaban como si fueran desperdicios o parásitos.
Al igual  que los huérfanos considerados anteriormente, los monos jóvenes tuvieron acceso unos a otros, y adquirieron cierta capacidad para la conducta social. Pero evidentemente habían padecido una intolerable frustración en su infancia. A medida que crecieron, mostraron más agresión que ningún otro de los grupos estudiados, y a veces se diría que se asemejaban a los delincuentes juveniles humanos.
Conclusión: la agresividad intensa, anormal para la especie, sólo apareció en los monos sometidos a la crianza de una “mala” madre. Y debemos recordar que estas “malas” madres lo eran a causa del modo como habían sido criadas. Claramente el elevado nivel de agresividad de un primate es producto de la tradición cultural.
En los seres humanos la cultura se transmite no sólo por los padres sino también, especialmente en la adolescencia, por iniciación, adoctrinamiento y otras presiones sociales; o en el mejor de los casos, por la educación.

¿La agresión entre los individuos es equiparable a la agresión entre los Estados?
Se trata de un desafío a las fronteras entre las disciplinas de la sociología y la historia. No existe ningún acuerdo sobre la respuesta al problema de la agresión entre individuos llevada al contexto de la gran agresión entre las naciones, entre los Estados.
En aquél coloquio no hubo acuerdos. Para unos no hay testimonios directos que puedan iluminarnos sobre el origen de las guerras. Los antropólogos y biólogos arguyen que los seres humanos no poseen proclividad innata hacia la guerra; por eso es que es necesario adoctrinarlos para que peleen; además de que hay muchas naciones que se mantienen en paz durante las guerras.
En cambio los historiadores aceptan las guerras como un componente del comportamiento humano y analizan las causas de la guerra entre las naciones y los Estados en términos políticos y económicos racionales.
De todas las ponencias, la más interesante es la de John Burton, un diplomático australiano que rechaza la noción de agresividad entre los Estados soberanos.
Para el la agresividad entre animales es válida. E incluso entre los seres humanos puede explicarse en términos de frustración, miedo, desplazamiento y chivos expiatorios; en suma, no cree que la agresividad humana pueda establecerse como una cosa normal.

Conclusión
Lo que existen son tendencias agresivas entre individuos, que al estar en posición de poder político, inducen a los Estados nacionales a actuar agresivamente.
Y aquí viene lo más interesante: esto empuja a todo Estado a estar esperando alguna agresión, aun cuando no haya enemigo discernible, y la política de defensa del Estado producirá precisamente el resultado que intenta evitar.
Donald Trump y su homólogo Kim Jong-um son ejemplos claros y actuales de ese tipo de individuos agresivos que están empujando a sus respectivos Estados hacia la guerra.
No creo que se trate de “hijos de mala madre” como los primates que estudió  Harlow. En todo caso se trata de dos juniors enfermos, herederos de un gran poder, que fueron educados en la prepotencia, en la avaricia y en el desprecio a los valores que heredamos del Humanismo y de la Ilustración. Ya veremos hasta donde llegan

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