Alejandro Mario Fonseca
Cuentan que hace mucho tiempo vivía
en el norte de China un anciano de unos noventa años al que llamaban el Viejo
Tonto. Su casa miraba al sur, y frente a ella, obstruyendo el paso, se alzaban
dos grandes montañas: Taihang y Wangwu. Y él encontraba bastante incómodo tener
que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su
familia para discutir el asunto.
¿Y si todos juntos desmontásemos las
montañas? –sugirió–. Entonces podríamos abrir un camino hacia el sur, hasta la
orilla del río Hanshui.
Entonces El Viejo Tonto partió con
sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y
tierras y, en canastos las acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era
viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para
ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
Un hombre que vivía en la vuelta del
río, a quien llamaban El Viejo Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de
disuadirlos.
¡Basta de esta tontería! –exclamaba–.
¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es usted. No será capaz de
arrancar ni un puñado de hierbas de esas montañas. ¿Cómo va a remover tierra y
piedras en tal cantidad?
taihang |
¡Qué torpe es usted! –le dijo–. No
tiene usted ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera,
quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación
en generación. Y aunque son muy altas, como estas montañas no crecen, ¿por qué
no vamos a ser capaces de terminar removiéndolas?
El Viejo Tonto dirigió a toda su
familia trabajando todos los días para remover las montañas. Su acción conmovió
al soberano celestial. Por eso, envió a la Tierra a dos ángeles que se llevaron
a cuestas ambas montañas.
De Mao Tse
Tung a Xi Jinping
El cuento que acabo de transcribir lo
escribió el filósofo chino Lie Yukou, que vivió alrededor del siglo IV a. C.
Este cuento fue narrado por Mao Tse Tung durante el discurso de clausura
pronunciado ante el VII Congreso Nacional del Partido Comunista de China (11 de
junio de 1945).
En él Mao señaló en aquella
oportunidad lo siguiente: “Hoy, sobre el pueblo chino pesan también dos grandes
montañas, una se llama imperialismo y la otra, feudalismo. El Partido Comunista
de China hace tiempo que decidió eliminarlas.
Debemos perseverar en nuestra decisión y
trabajar sin cesar; también conmoveremos a Dios. Nuestro Dios no es otro que
las masas populares de China. Si ellas se alzan y cavan junto con nosotros,
¿por qué no vamos a poder eliminar esas montañas?”. (Cfr. Carlos Castillo
Peralta).
¿El tiempo le dio la razón? No, la
China de hoy es ¿capitalista? hacia fuera y ¿comunista? hacia dentro. El Partido
Comunista de China es el partido político que gobierna
la República Popular China. Con más de 86 millones de miembros
en 2014, se ha convertido en la mayor organización política del mundo.
Tras su fundación en 1921, el
Partido Comunista de China se convirtió en una de las formaciones políticas más
influyentes de China. En 1949, el ejército del partido,
denominado Ejército Popular de Liberación, derrotó al Partido Nacionalista
Chino o Kuomintang (KMT) en la Guerra Civil China. El líder del
PCCh en aquel momento, Mao Tse Tung, proclamó la nueva República Popular,
bajo la dirección del Partido Comunista.
La etapa en que Mao ocupó el poder
del Partido Comunista y de la República Popular estuvo caracterizada por
intensas campañas de reformas económicas e ideológicas como el Gran Salto
Adelante o la Revolución Cultural.
Tras la muerte de Mao en 1976,
su sucesor Hua Guofeng no lograría mantener el poder, que acabaría en
manos de Deng Xiaoping, líder pragmático que alteraría la base ideológica
del Partido permitiendo una serie de reformas institucionales y económicas que
alentarían la adopción de modelos económicos de desarrollo de
tipo capitalista.
Estas reformas se intensificarían con
los sucesores de Deng Xiaoping, primero Jiang Zemin, Hu Jintao y
después Xi Jinping, actual Secretario General del Comité Central del
Partido Comunista de China y Presidente de la República Popular Chin.
Su crecimiento económico ha sido impresionante: en la actualidad China tiene
inundado el mundo con sus productos.
Todos
llegamos tarde a China
Le cuento todo esto, amable lector,
porque el día de hoy (27/08/2017) quedé convencido de algo que ya sospechaba:
el verdadero tema de la renegociación del TLCAN debería ser China. El
suplemento dominical Forma y Fondo del
diario Reforma, pública una
entrevista con Arturo Oropeza, un experto.
Oropeza es investigador del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Es autor de más de 25 libros y
actualmente está enfocado a estudiar la economía y política en Asia del Este.
Su último libro se llama Del Atlántico
al Pacífico: hacia un nuevo orden global. Editado por la UNAM.
El traslado económico-político del
Atlántico al Pacífico es un evento de gran importancia, que impacta de manera
directa en la agenda pública y privada de todas las naciones de esta nueva sociedad
global.
La nueva realidad económica y
política que se abre progresivamente hacia Asia del Este y Asia Pacífico, sin
olvidar el valor estratégico de Asia Menor y Asia Central, no dejan duda de la
reasignación de activos en temas centrales como el crecimiento económico,
crecimiento per cápita, fabricación de manufacturas, exportación de bienes,
acumulación de reservas mundiales, contribución al crecimiento mundial, etc.
Todos estos temas estaban dominados
por los países europeos y por Estados Unidos, y ahora han pasado a ser
liderados por Asia del Este y China. Cambios que están generando una nueva
realidad económica, al igual que un nuevo mestizaje económico, comercial,
político y social de difícil predicción. Y para México y América Latina se genera
la responsabilidad de transformarse en actores y no sólo en testigos de este
cambio.
Como dice Oropeza, al dragón chino
los mexicanos ya lo tenemos metido en la sala, pero los Estados Unidos lo
tienen en la recámara y lo niegan. Tan sólo le doy un dato demoledor: del año 2000
a la fecha América del Norte ha tenido un déficit comercial con China de 5
billones de dólares.
Y mientras tanto, henos aquí a los
pobres y despistados mexicanos. Unos, nuestra clase política, robándose a más
no poder las riquezas de nuestro país; y otros, esperanzados en que el “Viejo Tonto”
Andrés Manuel, ahora sí logre convencer al pueblo mexicano para que le ayude a
remover las montañas de corrupción e impunidad, que impiden nuestro desarrollo.
¿Qué le parece?
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