Alejandro Mario Fonseca
Hace casi 2
años, el 4 de noviembre el 2015, a los 92 años de edad murió René Girard. De
entrada hay que distinguirlo de su homónimo, el futbolista famoso. Yo me
refiero al filósofo, al que casi nadie conoce.
Se trata de un monstruo de sabiduría,
que además de filósofo y antropólogo, se inició como crítico literario y como
historiador. En México se ha leído muy poco porque sus obras fueron traducidas
tardíamente al español. Sin embargo, en el ambiente universitario de los
antropólogos se le conoce muy bien.
Fue notable por su teoría del mecanismo mimético vinculada
después a otra teoría, la del chivo expiatorio. A grandes rasgos, su
gran aportación consistió en el análisis de obras literarias en las que se
muestran relaciones interpersonales miméticas.
Un sexenio en 10 escándalos |
Mimetismo
político
Posteriormente aplicó su teoría al
análisis de la violencia en las sociedades primitivas que se
fundamentan en lo sagrado; y por extensión, a la violencia en las
sociedades contemporáneas. Sus conceptos y aportaciones teóricas resultan de enorme actualidad para el análisis
político de una sociedad como la nuestra, la mexicana, en la que vivimos
tiempos aciagos marcados por la corrupción y la impunidad.
Decía Aristóteles en su Poética que “…el hombre se diferencia de
los demás animales en que es el ser que más tiende a imitar”. Y sí, amable
lector, póngase usted a reflexionar sobre esta máxima.
La mayoría de los animales actúan por
instinto, es decir responden a un estímulo interior, de base genética, que
determina sus impulsos. Nosotros los seres humanos también tenemos instintos y
estos afloran sobre todo en situaciones de peligro. En situaciones normales,
desde pequeños actuamos por imitación.
Imitamos primero a nuestros padres y
maestros, después a nuestros amigos; hablamos como ellos, hacemos lo que ellos
hacen, son nuestros modelos. Todo lo bueno que hacemos y también todo lo malo
lo imitamos.
También en la escena política, en la
farsa política que nos tocó vivir, la imitación es el pan de cada día.
Observemos con cuidado la transición hacia la democracia que hemos vivido los
últimos años.
El PAN cada
vez más parecido al PRI
Cansados de los abusos, de la demagogia y de
la corrupción del sistema PRI-gobierno, muchos mexicanos votamos por Vicente
Fox. Parecía que de verdad iba a cambiar la forma de gobernar, de administrar y
de hacer política.
Fue una ilusión guajira, la verdad
era que el ranchero no tenía formación política, su curriculum era un verdadero
ridiculm, había sido gerente de la Coca Cola; ni él ni sus funcionarios
improvisados sabían bien a bien qué hacer.
Es más, ni siquiera tenía suficiente
gente de confianza para completar la nómina de secretarios y subsecretarios:
echó mano de priistas. Y para acabarla de amolar, su principal asesora sería su
mismísima esposa, Martha Sahagún, vinculada a la ultraderecha, con fama de corrupta
y con una gran ambición de poder.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué la
transición democrática naufragó tan pronto? La respuesta está en el mimetismo.
Vicente Fox carecía de oficio político, se dedicó a imitar: se adaptó a su
entorno, que era priista.
Optó por la estabilidad y pactó con
los peores, con caciques, con mafiosos, con malos empresarios y con líderes
sindicales anquilosados y corruptos; las tepocatas, alimañas y víboras prietas
muy pronto salvaron el pellejo.
Con Felipe Calderón las cosas
empeoraron todavía más. No contento con seguir el mismo camino de su
predecesor, inició una estúpida guerra contra los grupos del narcotráfico que
ha ido sumiendo a nuestro país en un círculo vicioso y desenfrenado de
corrupción, impunidad y violencia.
Los gobiernos panistas resultaron un
fiasco ¿dónde quedó la tan cacareada dignidad moral? ¿Dónde quedó la doctrina
social cristiana? Ahora son tan parecidos al PRI, que hasta ya tienen su partido verde pelele: el PRD.
El sexenio
de los escándalos
Nada cambió. Bueno, tanto como nada
no es totalmente cierto. La novedad es que ahora “la cloaca está abierta”. El
regreso del PRI con Peña Nieto a la cabeza, va a pasar a la historia como el sexenio de los
escándalos.
Pero regresando a la obra de René
Girard, el tema del escándalo es recurrente en sus obras. Para este sabio
francés hay qua partir del deseo
mimético. La paradoja que semejante deseo representa es que está ligado al
objeto (dinero, poder, sexo) que el deseante está decidido a conseguir; pero
muy pronto ese deseo se vuelve oportunista.
Y cuando el
deseo mimético se vuelve oportunista, cuando se proyecta sobre cualquier otra
casa que encuentra, entonces las personas a las que atormenta se enfocan
paradójicamente sobre modelos sustitutivos.
Y así es como empieza y se expande el
monstruo de la corrupción: robos, raptos, piratería, muertes y violencia, drogadicción, violaciones y demás. La era de
los escándalos
en que vivimos, constituye un
desplazamiento de este tipo: todo gran escándalo colectivo proviene de un
escándalo entre dos vecinos, llámense
criminales, secretarios de Estado, alcaldes, empresarios, gobernadores, diputados y demás.
Pero la cosa no queda ahí, ya que
cuando los principales implicados en los escándalos cuentan con poder e
impunidad, el fenómeno se torna diabólico: no hay quién los pare, nunca van a
ser castigados.
Y a falta de
chivos expiatorios: los escándalos ya se naturalizaron
Hablando bíblicamente, en el lenguaje
de René Girard, lo que México requiere con urgencia no es uno, sino varios
chivos expiatorios, que nos
regresen a la “normalidad”.
Los brasileños ya lo están
intentando, ahí están Dilma Rousseff y Lula Da Silva bajo proceso, en la cárcel, implicados en inobjetables hechos de
corrupción. Ya veremos hasta donde llega la justicia brasileña. Yo espero que
el caso brasileño se convierta en un paradigma de justicia para México y para
el mundo.
Mientras tanto lo que estamos
viviendo los mexicanos es una especie de naturalización de los escándalos. Ya
son el pan de cada día, ya no nos sorprenden. Desde los escandalitos como los
de los pirrurris imitando a sus padres en los bares, caso el hijo de Calderón,
o el junior de Romero Descahmps, paseándose en su ferrari dorado por
Montecarlo.
Hasta los grandes escándalos como las rapacerías de muchos gobernadores, o el de la gran estafa que significo la
privatización de PEMEX.
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