Alejandro Mario Fonseca
Ahora que se está renegociando el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) conviene hacer una
reflexión sobre el problema real, de fondo que muy pocos quieren ver a pesar de
la evidencia: el modelo económico capitalista basado en el industrialismo está
en decadencia.
E.F. Schumacher fue un economista
alemán famoso por su libro Lo pequeño es
hermoso, publicado en 1973 y traducido a más de veinte idiomas, es
considerado uno de los libros más influyentes de la segunda mitad del siglo XX.
Nació en Bonn, Alemania, en 1911. En
1930 se trasladó como "Rhodes scholar" al New College de Oxford y en
1932 a trabajar como profesor en la Columbia University de Nueva York.
Allí permaneció hasta 1934 que regresó a Alemania. Su rechazo y desagrado por
el gobierno nacional-socialista le hizo abandonar su país en 1936 para
establecerse definitivamente en Inglaterra. Obtuvo la nacionalidad británica en
1946.
El consumo desenfrenado de los gringos ya empieza a tocar fondo |
De 1950 a 1970 fue consejero
económico del Consejo Nacional del carbón de Inglaterra. Experto en el
desarrollo de zonas rurales, fue consultor del gobierno de la India y de muchos
otros países del Tercer Mundo.
Una de sus propuestas fue el fomento
de las "tecnologías intermedias", tecnologías que requieren menor
inversión de capital y son menos exigentes en su consumo de materias primas.
(Cfr. Eumed.net).
Lo pequeño
es hermoso
Lo pequeño es hermoso: Economía como
si la gente importara es una colección de ensayos en los que Shumacher
defiende lo pequeño: tecnologías apropiadas para un verdadero bienestar
humano.
Cuando se publicó en 1973, fue
muy criticado por los apologistas del american
way of life, de Harvard, Yale y demás universidades gringas. Pero tras la
aparición del fenómeno de la globalización se convirtió en todo un fenómeno
editorial.
Se trata de un clásico equiparable a Una sola tierra de Bárbara Ward, o a Los límites del crecimiento del Club de
Roma. Textos que conocimos aquí en México gracias al sociólogo y ex rector de
la UNAM Don Pablo González Casanova.
La actualidad del libro es
impresionante, se divide en cuatro partes: "El mundo moderno",
"Recursos", "El Tercer Mundo", y "Organización y
propiedad".
En el primer capítulo, "El problema
de la producción", Schumacher argumenta que la economía moderna
es insostenible. Los recursos naturales (como los combustibles
fósiles), son tratados como artículos de renta (ingreso), cuando de hecho
deberían ser tratados como capital, puesto que no son renovables, y por lo
tanto están sujetos a agotamiento.
Además, sostiene que la resistencia
de la naturaleza ante la contaminación está igualmente limitada, y
concluye que el esfuerzo de los gobiernos debe estar enfocado
al desarrollo sostenible, porque mejoras relativamente menores, por
ejemplo, la transferencia tecnológica a los países del Tercer
Mundo, no resolverán el problema subyacente de una economía insostenible.
La filosofía de Schumacher está
relacionada con el suficientismo, apreciando tanto las necesidades humanas
como sus limitaciones y la tecnología adecuada. Esto surgió de su estudio
de las economías basadas en aldeas, que posteriormente denominó "economía
budista", el cual es tema del cuarto capítulo.
Schumacher fue uno de los primeros economistas
en cuestionar qué tan correcto es emplear el Producto Nacional
Bruto para medir el bienestar humano, enfatizando que el fin
debería ser "la obtención de un máximo de bienestar con un mínimo de
consumo".
En el epílogo subraya la necesidad de
que la "filosofía del materialismo" quede subordinada a ideales como
la justicia, la armonía, la belleza y la salud. Las ideas de Shumacher
resultaron muy adelantadas para su época, pocos lo comprendieron.
Trump: ¿el
fin del imperio?
Esta excelente resumen apoyado en la Wikipedia, nos permite comprender
porque el modelo industrialista que vive el mundo desde la Revolución
Industrial del siglo XVIII hasta nuestros días, está condenado a fracasar: va
en contra del bienestar humano, es consumista.
La combinación del modo de producción
capitalista con el industrialismo (las grandes fábricas, grandes comercios,
grandes bancos, etcétera) trae consigo una sociedad vertical en la que unos
cuantos acaparan la riqueza, la buena educación, la salud, en suma, el
bienestar; mientras que las grandes mayorías quedan marginadas.
Los últimos 6 meses, desde que Donald Trump llegó a la presidencia de los
Estados Unidos hemos vivido, una verdadera tragedia económica política y
social, a nivel planetario. A todas luces se trata de los últimos coletazos de
un capitalismo salvaje, que está en crisis.
Pero en México la tragedia amenaza
con ser devastadora. Y es que somos un país débil, no hemos podido despegar
hacia un pleno desarrollo capitalista; ni tampoco nuestra incipiente democracia
ha podido consolidarse, por más de los miles y miles de millones de pesos que
se han gastado en hacerla posible. Padecemos una clase política empeñada en
vivir como los ricos del imperio, pero en un país pobre y abandonado.
Además, en lo social seguimos
atascados en una secularización que no avanza, también por más y más miles de
millones de pesos que se malgastan en un sistema educativo mediocre, en
servicios culturales elitistas y en un
sistema de salud muy limitado.
Y sí, lo más probable es que el loco
Trump no termine su mandato. Sus últimos tuitazos indican que ya está
desesperado. Su obsesión somos los mexicanos porque contra los europeos no
puede y mucho menos contra los chinos y los tigres asiáticos.
Ahora amenaza con salirse del TLCAN
cuando es gracias al tratado que muchas empresas norteamericanas han logrado sobrevivir
al embate de las empresas asiáticas. Y es que el problema de fondo es el modelo
industrialista y consumista desenfrenado.
Grandes empresas, grandes ganancias,
grandes comercios, grandes bancos; y su contraparte, una gran masa consumidora,
despilfarradora, abusiva, que ya no se llena con nada.
Una importante franja de la sociedad
norteamericana está como el alcohólico, como el drogadicto en fase terminal: lo
único que busca es más y más, el industrialismo basado en el consumo
desenfrenado ya está tocando fondo.
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