viernes, 8 de septiembre de 2017

Capitalismo distribuido o socialismo democrático

Alejandro Mario Fonseca
Encuentro por lo menos dos versiones de la historia reciente de los Estados Unidos, si la del imperio capitalista. Una liberal y ecologista, aparentemente apologética, la de Jeremy Rifkin; y la otra crítica y radical, que aun cuando raya en el extremismo, no deja de ser objetiva y valiosa, la de Naomi Klein.
Mi interés es el de contribuir a la comprensión del fenómeno Trump y su desenlace. Algunos amigos me critican haciéndome ver que lo que está sucediendo en nuestro país merece especial atención, porque “estamos a punto de vivir el final, el desenlace de una comedia tragicómica”. ¡Ojalá!

Y si, tienen razón, pero la verdad es que ya me aburren los discursos fantásticos de Peña Nieto, las arengas hipócritas de Ricardo Anaya, las peroratas huecas de Alejandra Barrales; valla hasta los discursos triunfalistas egocéntricos y reiterativos de López Obrador me dan sueño.

También me da flojera escribir sobre los responsables de los “socavones”, las trapacerías de los gobernadores; de los abusos, despilfarro e impunidad de directivos, secretarios, diputados, líderes sindicales, y demás “ilustres” miembros de la clase política que nos mal gobiernan.

Así que discúlpeme usted amable lector. Paso al tema de la crisis del imperio. Los últimos 50 años de la historia estadounidense pueden ser vistos desde dos ópticas.

Naomi Klein y el socialismo democrático

Dos “tipos ideales” divergentes pero complementarios
La de los analistas ilustrados, liberales y ecologistas que avizoran un regreso al capitalismo ético, basado en una Tercera Revolución Industrial en ciernes. Las tecnologías modernas y las energías renovables, serían la clave de la transición hacia un capitalismo “democrático” más humano.
Y la de los críticos radicales que ponen el acento en la voracidad despiadada de los nuevos dueños del mundo: el conglomerado industrial, comercial y gubernamental, para quien los desastres, las guerras y la inseguridad del ciudadano son el siniestro combustible de la economía del Shock. La alternativa sería el socialismo democrático.
Las obras de Rifkin y Klein serían los “tipos ideales” de dos posturas ideológicas que aunque encontradas, resultan esclarecedoras y complementarias ¿Por qué son complementarios estos dos puntos de vista aparentemente contradictorios? Porque responden a estudios rigurosos, muy bien documentados, pero con enfoques ideológicos distintos: insisto, son dos tipos ideales.
El método del tipo ideal se lo debemos a Max Weber, y consiste en la construcción de explicaciones de los fenómenos sociales a partir  de puntos de vista unilaterales, que pueden ser exhaustivos o no, pero con la condición de que sean rigurosos, coherentes y homogéneos.
El tipo ideal no necesariamente se identifica con la realidad, en el sentido de que expresa la verdad “auténtica”, sino que se aleja de ella debido a su propia irrealidad, para después dominarla intelectual y científicamente.
El resultado es un instrumento de investigación que nos permite formar juicios de causalidad porque guía la elaboración de hipótesis sobre la base de una imaginación alimentada en la experiencia y disciplinada por un método riguroso.

Naomi Klein y el socialismo democrático
Naomi Klein es una periodista, escritora y activista canadiense con una gran influencia en el movimiento antiglobalización y en el socialismo democrático.
Su tipo ideal es el de la “doctrina del Shock”. Sostiene que cuando una sociedad experimenta un gran “shock” hay un deseo generalizado por una rápida y decisiva respuesta para corregir la situación; este deseo, de grandes acciones e inmediatas, ofrece una oportunidad a los actores oportunistas para implementar políticas que van lejos, más allá de una legítima respuesta al desastre.  
Así, el capitalismo depredador encabezado por los norteamericanos, se basa en la rapidez con que se implementan las acciones de rescate, lo que determina que sean indiscutibles; entonces las políticas impopulares y desconocidas serán intencionadamente llevadas a efecto.
Se trata de la  historia no oficial del capitalismo actual. Desde Chile hasta Rusia, desde Sudáfrica hasta Canadá, es la implantación del libre mercado que responde a un programa de ingeniería social y económica que Naomi Klein identifica como «capitalismo del desastre”.
Lo que ella hace es una crítica radical del liberalismo de nuestros días: el “neoliberalismo”. Se trata del capitalismo en su fase monopolística, un sistema que se ha soltado la melena, por así decirlo: que ya no tiene que esforzarse en cuidarnos como a clientes, que ya puede ser tan antisocial, antidemocrático y grosero como le plazca.
 Los críticos norteamericanos utilizan el término “neoconservadurismo” en lugar de neoliberalismo. Y Donald Trump viene a ser el líder en turno de esta corriente de política económica. Se trata de la más dura expresión del capitalismo salvaje, al servicio del gran capital financiero internacional y de las empresas ligadas a la destrucción y a la contaminación medioambiental.

Jeremy Rifkin y la Tercera Revolución Industrial
Jeremy Rifkin y la Tercera Revolución Industrial
Por su parte Jeremy Rifkin, un liberal y consultor empresarial, pero también ecologista, propone un tipo ideal en el que  pretende comprender cómo es que las grandes transformaciones económicas de la historia ocurren cuando una nueva tecnología en el campo de la comunicación converge con unos sistemas energéticos también novedosos.
Sostiene que en el siglo XXI estamos viviendo una convergencia entre una nueva tecnología de la comunicación y un nuevo régimen energético. Los europeos ya van muy adelantados. La conjunción de la tecnología de la comunicación de internet y las energías renovables (principalmente la solar y la eólica) está dando lugar a una Tercera Revolución Industrial.
Muy pronto millones de seres humanos generarán su propia energía verde en sus hogares, en sus despachos y en sus fábricas. Además la compartirán entre sí a través de redes inteligentes de electricidad distribuida, del mismo modo que ahora crean su propia información y la comparten por internet.
Lo más interesante, es que esta nueva revolución basada en la “democratización de la energía” cambiará nuestra forma de organizar el conjunto de la vida humana: entraremos a la era del “capitalismo distribuido”.
Capitalismo distribuido y socialismo democrático aparecen entonces como dos propuestas excluyentes o coincidentes y complementarias. ¿Usted qué opina?

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