Por José Luís Hernández
Jiménez
Los medios de comunicación hacen escándalos por los efectos
de las lluvias de esta temporada, en particular, en la Ciudad de México. Con el
afán de “dar la nota”, para obtener más ganancias, en lugar de aprovechar para
concientizar sobre los efectos de ese fenómeno natural, desinforman a la
población. Y ni una solución dan.
Para variar, algunos le echan la culpa a Peña Nieto (” todo
yo, todo yo”). Otros hacen responsable al tal Mancera. Los más cuerdos, aunque
en broma, culpan al dios Tláloc, por tanta lluvia. Lo cierto es que todos tenemos algo de
responsabilidad en los efectos sociales, de los encharcamientos y las
inundaciones, por dejar basura, por…
Y es que las imágenes que trasmiten o publican, son para
espantar a cualquiera: grandes cascadas en zonas residenciales, ríos
desbordados en amplias avenidas, hondos encharcamientos en inmuebles y en
estaciones del Metro, vehículos automotores cubiertos por el agua, gente
desesperada corriendo por doquier,
árboles caídos, viviendas inundadas, tráfico de algo que semejan lanchas,…
Aunque solamente en algunas zonas de la gran ciudad, pues ésta es inmensa.
Las inundaciones en la CDMX |
Cada año es lo mismo; O quizás empeore de repente. Ello desde
hace mucho tiempo. Además, con todas nuestras condolencias para los afectados
directamente, he de recordar que inundaciones verdaderas no se dan desde hace
al menos 66 años. Sí, la última gran inundación en la capital ocurrió en 1951,
un 15 de julio.
Luego de que lloviera durante 20 horas seguidas, el Gran
Canal, construido durante la Presidencia de Porfirio Díaz, quedó inutilizado.
Los ríos Consulado y San Joaquín, se desbordaron, lo que ocasionó que el
Sanatorio Español quedara bajo el agua. Un tercio de la Ciudad de México fue
afectada; y la mitad de sus habitantes pasó las de Caín. Suerte que solo había
en ese entonces 3 millones de chilangos.
Pero lo peor fue que bajo el agua quedó prácticamente todo el
centro de la ciudad: Desde la Candelaria de los Patos y San Lázaro hasta la
colonia Condesa; Desde las colonias Peralvillo, Guerrero, Tránsito, Obrera,
Doctores, Portales, San Pedro de los Pinos,…¡Diez días se tardaron en desalojar
el agua anegada!
Le echaron la culpa a la Refinería de Azcapotzalco, a las
estaciones de los trenes, a… Ahí fue cuando se les ocurrió construir el Drenaje
Profundo, mismo que, con el tiempo, fue insuficiente. Aún hoy siguen ampliando
el Gran Canal, el Drenaje Profundo, el Emisor Oriente, el Emisor Poniente,
el… y todos los ríos fueron entubados.
Esa ha sido la última gran inundación en la capital del país.
Pero antes hubo otras peores, claro,
para sus habitantes.
Son célebres las inundaciones ocurridas durante el virreinato.
En 1555, fue tanta la lluvia que cayó, que se tuvo que construir el albarradón
de San Lázaro “para evitar inundaciones”; En 1604, con otra inundación se cayó
el tal albarradón de tanta agua que se acumuló; En 1607, la lluvia ocasionó que
se desbordara el gran rio de Azcapotzalco, y entonces se construyó el Tajo de
Nochistengo, un túnel de casi 7 kilómetros de largo, cuatro de alto y tres de
ancho, “para evitar inundaciones”.
Pero en 1629,
septiembre 12, ocurrió el diluvio, “el Diluvio de San Mateo”. Llovió durante
casi dos días, ¡cuarenta horas sin parar! ¡El tal Tajo de Nochistengo se
cuarteó de inmediato y luego se derrumbó!
¡El agua subió dos metros en toda la ciudad!
Tuvieron que improvisar puentes de madera para pasar de un
edificio a otro. La planta baja de todas las construcciones quedó bajo el
agua. El traslado de personas de un sitio a otro volvió a ser a
la antigüita, es decir, en canoas.
El Virrey de la época (hoy 32 Virreyes, uno por entidad
federativa, aunque pomposamente les denominamos
Gobernadores), don Rodrigo Pacheco y Osorio, Tercer Marqués de Cerralbó,
pidió prestados a la Corona Española, o sea, al Rey, a cargo del presupuesto
público claro, algo así como 6 mil pesotes de aquellos, para dar de comer a toda la población de la
gran ciudad, pues no se podía ni trabajar.
La Iglesia católica de entonces, se puso abusada (¡cuándo
no!), y explicó que el tal diluvio era castigo de dios a consecuencia de que
los habitantes de la hoy Ciudad de México, eran una bola de pecadores. Y ordenó
que se oficiaran misas en todas las azoteas.
Pues ni así. La famosa inundación tardó en dejar de serlo, ¡cinco años!
¡Tardaron cinco añotes – de septiembre de 1629 a 1634 - sacando el agua como se
podía! Hoy diríamos que “a cubetadas”.
Se propuso trasladar la Ciudad a otro lugar del territorio
nacional. Pero el Ayuntamiento desechó la idea por incosteable. Saldría más
caro el caldo que las albóndigas. ¡Ah, nuestros gobernantes de siempre! Entonces
optaron por construir el Gran Canal del
desagüe a Huehuetoca, “para evitar inundaciones”. Dicen las crónicas de entonces que de las 20
mil familias españolas que había antes del diluvio, la mayoría se fue. Solo
quedaron unas 400. Los amolados fueron los indios, como siempre.
El origen del problema ocurre desde la fundación de Tenochtitlán,
en 1325, un 18 de julio (hace 692 años). Fue construida en el mero fondo de una cuenca, cuya
superficie estaba casi en su totalidad cubierta de agua. Le llamaban el Valle
de “Anáhuac”, (”en el agua”), misma que hoy conocemos como la Cuenca del Valle
de México. Cuando llegaron los Mexicas o aztecas, se instalaron en un islote
rodeado de agua (porque ahí hallaron el águila devorando una serpiente). Era lo
que luego se conoció como los lagos de Texcoco (principalmente), Chalco,
Xochimilco, Zumpango. Casi todo lo que estaba a la vista, era agua. O sea, este
lugar siempre ha sido, el lugar del agua.
Los Mexicas supieron adaptarse al agua. Construyeron su gran
ciudad, la Gran Tenochtitlán, en el agua. Fue una ciudad lacustre. Hicieron
acueductos, canales y chinampas. Así
evitaban las inundaciones, se abastecían de agua y se alimentaban.
Pero llegaron los españoles, luego los criollos, luego los
independientes, luego los juaristas, luego los porfiristas, luego los revolucionarios,
luego los priiistas, luego los izquierdistas, luego…los desarrolladores inmobiliarios,
con todo y sus rascacielos.
A propósito, en la CDMX existen 190 rascacielos (edificios de
cien metros de alto o más). En 1956 había uno, la Torre Latinoamericana, con 44
pisos y 204 metros de alto, con todo y su para rayos. Hoy se acaba de anunciar
el reinicio de la obra llamada Torre Mitika, que tendrá 260 metros de altura y
62 pisos. También se anuncia que pronto se construirá otra, la Torre Colón, de
309 metros de altura y 66 pisos.
¿Más modernidad? No necesariamente. Los rascacielos agravan
los problemas de la ciudad, pues ésta se hunde más y provoca que una zona de la
urbe padezca la falta de agua potable entubada, porque construyen altos
edificios en la zona poniente, que es por donde llega el agua desde el río
Cutzamala. ¿Por qué no construir rascacielos en la zona oriente? Porque de ese
lado de la CDMX, no hay agua suficiente. En fin.
Entonces no tenemos por qué sorprendernos de las inundaciones
y los grandes encharcamientos en esta
temporada de lluvias. La “propietaria” real de la superficie de la CDMX
es el agua. Esta batalla contra la naturaleza, iniciada por los aztecas e
impulsada irracionalmente por las sucesivas
autoridades, no la podemos ganar. El agua siempre va a reclamar su lugar.
Así que en lugar de combatirla, hay que adaptarnos a la
naturaleza. En este caso, al agua. Quizá como lo hicieron los mexicas, o sea,
construyendo una ciudad lacustre. En entregas anteriores he sugerido la manera
de hacerlo pero… Además sería una forma de recuperar lagos y ríos del país, hoy
devastados por eso que llaman “progreso”. A menos que nos mudemos de ciudad. (O
debían ver los aguaceros de la Selva Lacandona, esos sí que inundan)
O ustedes ¿qué opinan, estimados cuatro o cinco
lectores?
Notitas: Una.- Que en Venezuela ya suman 86 las personas asesinadas recién,
por las fuerzas del orden de su gobierno.
Y en México, más de 40 personas asesinadas por grupos del crimen
organizado, en un solo fin de semana. ¿Es competencia o qué? Dos.- Que más que un Frente Opositor
para derrocar al PRI, que ya se ha convertido en un Partido más, lo que hace
falta es construir un Frente Común para derrotar al priísmo, es decir, al
clientelismo, al corporativismo, al nepotismo, al caudillismo, al
patrimonialismo, al influyentísimo, a la corrupción, a la injusta distribución
de la riqueza, fenómenos que son fomentados desde todos los partidos con
registro electoral. Tres.- Que se cumplen 80 años de la desaparición de Amelia Earhart,
la primer mujer piloto aviador, la primera en cruzar en avión el territorio de los
EU, la primera en atravesar en avión el Océano Atlántico, la primer mujer en
intentar darle la vuelta al planeta, en
su avión. Casi lo logra pues, el 2 de julio de 1937, ya enfilada de vuela a los
EU, por el Océano Pacífico, su nave se perdió en una isla llamada Houland,
cerca de Nueva Guinea. Cuatro.- Que
se invita a la conferencia “Por México Hoy, ¿qué es?”, a cargo del Licenciado
en Economía Saúl Escobar Toledo. Se
llevará al cabo el martes 11 de julio, en la sede de “Por el Cambio con
Dignidad, AC”, sita en Concepción Béistegui 107, colonia Del Valle, CDMX (cerca
de Insurgentes Sur y del Poliforum ), a las 19 horas. Cinco.-
Que se agradece a los vecinos de San Simón, en Culhuacán (Iztapalapa, CDMX),
que en la programación de su evento anual, hayan incluido la Presentación - la número 42 – de mi libro “Cuando
correteábamos utopías”. Seis.- Que
se sugiere leer “Historia verdadera de
la conquista de la Nueva España” de Bernal Díaz del Castillo y “La Visión de
los Vencidos” de Miguel León Portilla. Son textos complementarios de un suceso
que a todos los mexicanos atañe. Siete.-
Que sigo de terco: hay que hacer ejercicio diario. Así nos ahorraremos pago a
médicos, enfermeros, medicinas,
hospitales,…He dicho de nuevo.
Correo E hernandez-jimenez2012@hotmail.com
México, CDMX, a 2 de julio del 2017.
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