lunes, 24 de julio de 2017

Vivir en el miedo

Por Alejandro Mario Fonseca
¿Usted ha sentido miedo alguna vez? Se trata de una pregunta muy delicada para un “país de machos”. Y es que los mexicanos estamos educados para no sentir miedo: contamos con una herencia violenta, que a lo largo de varios siglos nos ha ido “inmunizando” contra ese terrible sentimiento de desasosiego.
¿De verdad? ¿Así de insensibles nos ha ido volviendo nuestra historia, nuestra experiencia cotidiana? No lo creo, se trata de una paradoja: el machismo mexicano, no es otra cosa más que un  reflejo de un profundo miedo educado, heredado en directo.
En otras palabras, el más macho es el que más miedo tiene. Por eso es muy macho, porque en lo más profundo de su corazón le tiene un inmenso miedo a todo. Los machos violentos no conocen el cariño, el buen trato, las buenas maneras: fueron “educados” en el abandono, en un ambiente hostil.
Quise escribir sobre el tema del miedo, porque  poco a poco ha ido penetrando nuestra vida cotidiana, ya llegó a nuestras colonias, a nuestros hogares. Las agresiones, los robos y los asaltos ya se volvieron cotidianos. Prácticamente en todos los lugares y a toda hora tenemos que andarnos con cuidado.

"El Grito". Autor: Edvard Munch, 1893

¿Qué es el miedo?
El miedo o temor es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado.
Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta en todos los animales, lo que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror. Además el miedo está relacionado con la ansiedad.
Existe miedo real cuando su dimensión está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro.
Ambos, miedo real y miedo neurótico, fueron términos definidos por Sigmund Freud en su teoría del miedo. En la actualidad existen dos conceptos diferentes sobre el miedo, que corresponden a las dos grandes teorías psicológicas que tenemos: el conductismo y la psicología profunda.
Según el concepto conductista el miedo es algo aprendido. El modelo de la psicología profunda es completamente distinto. En este caso, el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia.
Más allá del miedo neurótico, el enfermizo, el que la psicología profunda encuentra en la niñez desatendida, en el barrio violento, en el que hay que “sobrevivir”; está el miedo cotidiano, el de estos tiempos de abuso, corrupción e impunidad.
La cultura del miedo y del terror
Pero antes de pasar a la crítica política, hago un paréntesis cultural. Las leyendas, los cuentos, las historias de miedo y de terror nos acompañan a los mexicanos desde la Colonia. Creo que los pueblos prehispánicos tenían también lo suyo.
Me acuerdo cuando el Padre Antonio en algún paréntesis del catecismo (yo tendría 5 o 6 años) nos contaba leyendas como la de La llorona. Era terrible, no podíamos dormir bien, pero nos gustaban. ¿Por qué nos gustaban y nos siguen gustando?
Desde niños, pero mucho más ya de grandes, nos sentimos atraídos hacia este tipo de literatura y en general de arte pintura, cine, etc.),  porque nos estimula emocionalmente. Los principales protagonistas son brujas, ogros, demonios y demás seres insólitos, intensos y extraños que nos subyugan.
 En el plano fisiológico este tipo de obras proporciona un aceleramiento cardíaco y respiratorio que por lo común termina en un desahogo final. Es más, hasta se vuelven adictivas: después de un sufrimiento ficticio pero intenso, viene la calma, el reencuentro con una realidad segura.
En la literatura está el núcleo duro del arte del miedo y del terror. Existe una gran cantidad de novelas y cuentos que se siguen leyendo en la actualidad, valgan algunos ejemplos. En la prepa leí a Edgar Allan Poe, el autor de El cuervo y muchos otros cuentos cortos maravillosos. También leí Drácula de Bram Stoker y  Frankenstein de Mary Shelley; y ya un poco mayor me encontré a uno de los grandes maestros del terror, H. P. Lovecraft, que merece un comentario especial. 
A Lovecraft se le considera un gran innovador del cuento de terror, al que aportó una mitología propia. Su obra constituye un clásico del horror cósmico, una corriente que se aparta de la temática tradicional del terror satánico y de fantasmas al que estamos acostumbrados: incorpora elementos de ciencia ficción tales como alienígenas, viajes en el tiempo y a otras dimensiones. Si no lo conoce, léalo estoy seguro que le va gustar.
¿Cuánto nos cuesta el miedo a los mexicanos?
Bueno, pero una cosa es disfrutar de una buena novela o cuento de terror, o de una película (que también las hay muy buenas), y regresar a la seguridad de la casa, del barrio; incluso a la seguridad del café, o hasta del bar a tomar unas copas con los amigos y relajarse.
Y otra muy distinta vivir en un mundo en el que la realidad ya es el miedo y el terror mismos. Me acuerdo muy bien que de niño mi área de juegos era la calle, incluso de noche había seguridad en la vía pública.
Todo cambió desde el salinato, pero sobre todo desde la estúpida “guerra” de Calderón contra el narco, ahora tenemos que ser muy precavidos. La inseguridad ya se instaló en nuestra vida cotidiana. ¿Qué hacer? ¿Qué hacemos los humildes mortales?
El problema político de fondo es que se trata, ni más ni menos que de la primera razón de ser del Estado. Si alguna responsabilidad básica, inobjetable tienen los gobiernos es la de la seguridad de sus gobernados, de los ciudadanos.
Mucho dinero y recursos se destinan a la seguridad. Los tres órdenes de gobierno, el federal, el estatal y el municipal insisten en que es su prioridad. Sin embargo, a mayor gasto, más inseguridad. ¡Qué escándalo, no le parece!
Y por más que le pienso, solo encuentro dos explicaciones posibles. O todo es un cuento chino y el miedo y el terror se han vuelto parte del negocio, de la corrupción; o de plano la ineptitud campea en todos los órdenes de gobierno. O… las dos cosas.
Pero de que la clase política también tiene miedo, no hay quién lo dude. El ejemplo del propio presidente de la república así lo indica. Son miles de millones de pesos los que los mexicanos gastamos en la seguridad del presidente. Además se trata de un gasto enfermizamente creciente. (Cfr. Claudia Salazar del diario Reforma 23/07/2017).
¿Cuánto dinero de los mexicanos se gasta en el miedo de la clase política? ¿Cuánto dinero se gasta en la inseguridad de la ciudadanía? 

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