Por Alejandro Mario Fonseca
Para mí, junto con Avatar de James Cameron, con el cine de Kubrick y con la última
trilogía de Star Wars, es de lo mejor en cuanto a cine de ciencia
ficción. Pero se trata de un cine mucho más ambicioso, que va más allá de la
ficción científica: aborda problemas filosóficos y políticos de enorme
actualidad.
En una Tierra al borde del colapso
medioambiental, aparecen pequeños fenómenos paranormales que aparentemente
establecen una comunicación con “alguien” sobre una posible salvación. Esto no
es más que el punto de partida sobre el cual Christopher Nolan, el director
de Interstellar
construye toda una nueva “odisea en el espacio”.
Interstellar también es un viaje ético
y psicológico muy actual, porque nos explica lo qué significa ser padre: la
película tiene como motivación emocional la angustia del padre astronauta Joseph
Cooper (Matthew McConaughey) por reencontrarse con su hija Murph Cooper
(Mackenzie Foy como la joven y Jessica Chastain como la adulta).
Película: Interstellar |
La ley de
Murphy
No le cuento más, si usted no ha
visto la película, véala me lo va a gradecer, es grandiosa. La acabo de ver en
oferta en la librería Gandhi. Y al
grano, aprovechando la temática tan amplia y profunda de esta película, lo que
me propongo es rescatar uno de sus temas para mi crítica política del día de
hoy.
Murph es el nombre de la hija
del protagonista de Interstellar. Es
una de las primeras sorpresas de la cinta, ¿cómo puede alguien ponerle a su
hija ese nombre? Se trata de un claro reconocimiento a Edward Aloysius Murphy.
También es un recordatorio de tomar la máxima precaución en todo quehacer científico.
La ley de
Murphy dice
que si algo puede salir mal, saldrá mal.
Este Murphy era el
ingeniero aeroespacial que formuló su ley en
1949, después de descubrir que estaban mal conectados los electrodos de un
arnés para medir los efectos de la aceleración y deceleración en pilotos.
Reflexionemos sobre la máxima, “si
algo puede salir mal, probablemente saldrá mal”. Esta frase, aparentemente
banal, también denota una actitud pesimista y resignada ante el
devenir de acontecimientos futuros; y es aplicable a todo tipo de situaciones,
desde las más simples de la vida cotidiana hasta otras más complicadas y trascendentes.
Y aquí viene lo más importante, es
una ley empírica, inspirada en la segunda ley de la termodinámica, la
entropía, la que indica que todo tiende a su máximo desorden. Y aquí entramos
también al terreno de la filosofía.
Así, la ley nos previene de considerar con
seriedad las posibilidades de cualquier evento. A pesar de lo banal que puede
sonar, su espíritu prudente debe asumirse como la obligación de tomar
precauciones: de memorizar un diseño defensivo frente a los riesgos
inminentes en diversas situaciones y ámbitos.
Y además, todo esto aplica también en
las ciencias sociales: la ciencia política no se escapa. Me encontré en la red
las 10 leyes de Murphy para estudiantes de ciencia política:
10 leyes de Murphy en ciencia
política
1. Principio de Todd: “Digan lo
que digan no será la verdad; y no importa de lo que hablen,
porque será siempre de dinero.
2. Principio de Watergate: “Si un
gobierno es corrupto, lo sabrás sólo cuando ya no esté en el poder”.
3. Principio de Kamin: “Cuando
un político intente predecir la evolución de la economía y proyectar de
consecuencia la legislatura, no escuches lo que dice pero
observa bien lo que hace”.
4. Principio de las promesas
políticas: “La verdad cambia”.
5. Principio de la acción
legislativa: “Un proyecto de ley tardará más en pasar por la legislatura cuanto
menos grupos lo apoyen”.
6. Principio de O'Brien: “Si
algo sale bien, no será por la razón correcta”.
7. Principio de Helga: “El primer
paso es el NO, después llega la negociación”.
8. Principio de la falsedad del
funcionario: “Dentro del sistema, ninguno hace lo que se dice que están haciendo”.
9. Principio de Katz: “Antes de
actuar con la cabeza, los hombres y las naciones actuarán en todos
los modos posibles”.
10. Principio de Brown sobre el
liderazgo: “Para triunfar en política, será necesario que meta sus principios a
parte”. “Lo mejor será que siga los principios de un gran número de
personas y se coloque al frente de dicho grupo”.
Quise dejar las máximas en español de Madrid,
tal como aparecen en la red social; la página está muy fresca y divertida, se
llama docsity y en ella
colaboran estudiantes de ciencia política de diversas universidades europeas.
El INE es un
peligro para México
Inspirado en estas máximas que nos
regalan los estudiantes europeos se me ocurren varios ejemplos divertidos sobre
el quehacer político en nuestro país. Por falta de espacio, veamos tan sólo
uno: el de la democracia electoral.
En el periódico El Norte apareció la siguiente declaración: El investigador Sergio
Aguayo aseguró que el Instituto Nacional Electoral (INE) es un peligro para
México.
Desde su cuenta de Twiter, el
estudioso del Colegio de México sostuvo que el Consejo General de dicho órgano
se encuentra paralizado, a pesar de que cuenta con instrumentos para fiscalizar
y controlar a los partidos políticos.
“Cada día que pasa se confirma que el
INE es un peligro para México”, afirmó, “nada que ver con el Consejo General de
José Woldenberg” el consejero presidente fundador del antiguo IFE.
Aguayo denunció que algunos
integrantes del INE parecen obedecer consignas de partidos, además de cobrar un
buen salario. Sin embargo reconoció que existe un par de consejeros
independientes que libran batallas testimoniales.
Ante los cuestionamientos de usuarios
de la red, el especialista se pronunció por cambiar a todos los integrantes del
INE, como ocurrió con el IFE en 1994.
Parafraseando los principios de
Murphy de docsity, propongo el principio de Sergio Aguayo: “Mientras el
INE no sea realmente ciudadano, la democracia electoral en México no será más
que un cuento chino”.
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