Alejandro Mario Fonseca
“Sabéis que se dijo: No
cometas adulterio. Pero yo os digo: El que mira con malos deseos a la mujer
de otro, ya está adulterando con ella en el fondo de su corazón. Así que, si tu
ojo derecho es para ti ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más
te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena. Y si
tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti.
Más te vale perder una parte del cuerpo que ser arrojado entero a la gehena” (Mateo 5:27-30).
No sé de cuál versión de la Biblia salió esta cita, la tomé al azar
del internet. Pero todas las versiones dicen lo mismo. Se trata de un aforismo
clásico dictado por el Maestro Jesús en el famoso Sermón de la Montaña.
De éste sermón y usted no me dejará
mentir, todos nos acordamos de las Bienaventuranzas, que se
encuentran al inicio. Pero también contiene el Padre Nuestro, así como la versión de Jesús de la Regla de Oro.
Otros versículos citan a menudo la
referencia de "sal de la tierra", "luz del mundo" y otras.
Para muchos, en el Sermón de la Montaña se encuentran las disciplinas
principales del cristianismo y es considerado como tal por muchos
pensadores morales y religiosos como Tolstoi y Gandhi.
Un pueblo que elige a corruptos no es victima es cómplice. |
La crítica
fulminante de Nietzsche
Mi intención no es la de meterme con
la hermenéutica, con esa técnica que se remonta a la exégesis bíblica y a la
explicación de mitos y oráculos de la antigua Grecia.
Tampoco quiero jugarle al filólogo, el
científico que estudia los escritos, buscando la estructura y la evolución de
una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la literatura y la
cultura del pueblo o grupo de pueblos que los han producido.
No, mi intención es más mundana, y
paradójicamente, por ello mismo quiero basarme en la crítica de uno de los
filósofos más controvertidos de la modernidad: Federico Nietzsche.
Y es que Nietzsche en Más allá del bien y del mal (o en El crepúsculo de los ídolos, no me
acuerdo bien) dice que la máxima revela debilidad, resentimiento: en suma, un
profundo atavismo del pueblo judío.
Para muchos se trata del “resentimiento” de un
pueblo errante, el judío, que después de varios siglos de desprecio,
persecución y hasta esclavitud; tenía una profunda necesidad de la seguridad de su progenie. Se trata de una
exacerbada necesidad de afirmación de la propia identidad.
Yo prefiero ver el aforismo “sí tu
ojo derecho te es ocasión de pecar, sácatelo”, como una crítica de Nietzsche a
la hipocresía de los santones, de los beneficiarios de la Ilustración que
navegaban en el barco de la razón, de la modernidad, enarbolando una versión
blandengue de la moral cristiana.
Industriales, comerciantes, banqueros
y demás hombres de negocios que ya enriquecidos, enceguecidos por la avaricia y
demás vicios, nunca se preocuparon por los fundamentos éticos originales del
proyecto de Modernidad.
Corrupción
¿qué es?
A fin de cuentas, de lo que estoy
hablando es de corrupción. En el aforismo cristiano se trata de la corrupción
de la carne, aunque no dudo que haya sido una metáfora que el Maestro Jesús
utilizó para que le entendiera un pueblo ignorante. Y a más de 20 siglos el
tema sigue siendo de enorme actualidad.
Es en el latín donde podemos
establecer que se encuentra el origen etimológico del término corrupción. En
concreto, emana del vocablo corruptio,
que se encuentra conformado por los siguientes elementos: el prefijo “con-“,
que es sinónimo de “junto”; el verbo rumpere,
que puede traducirse como “hacer pedazos”; y finalmente el sufijo -tio, que es equivalente a “acción y
efecto”.
Corrupción es la acción
y efecto de corromper (depravar, echar a perder, sobornar a alguien,
pervertir, dañar). El concepto, de acuerdo al diccionario de la Real
Academia Española (RAE), se utiliza para nombrar al vicio o
abuso en un escrito o en las cosas no materiales.
La corrupción, por lo tanto, puede
tratarse de una depravación moral o simbólica. Por ejemplo: “No
debemos tolerar la corrupción de nuestras tradiciones por presiones
extranjeras”, “Las declaraciones del ministro contribuyen a la
corrupción del acuerdo de paz”.
En otro sentido, la corrupción es la
práctica que consiste en hacer abuso de poder, de funciones o de
medios para sacar un provecho económico o de otra índole. Se entiende
como corrupción política al mal uso del poder público para
obtener una ventaja ilegítima. (Cfr. MiDefinicion.de)
¿Quiénes son
los corruptos?
¡La corrupción somos todos! Es una
frase que escuché hace unos 20 años en una conferencia para una asociación de
ingenieros, dictada por un panista que había ganado la presidencia municipal de
San Martín Texmelucan.
Muchos de los que ahí estaban eran
gerentes o empresarios que sabían muy bien que para subsistir en México es
tradicional “pagar favores” a las distintas instancias de gobierno, en sus tres
órdenes: los famosos “diezmos”.
La frase causó mucha risa y el
panista que alegaba no ser corrupto, se puso colorado de vergüenza. La anécdota
cuenta de algo muy trillado, pero no por ello menos esclarecedor.
La corrupción viene de arriba, desde
las altas autoridades se establece una cadena en la que todos reciben una
mochada; hasta el más humilde burócrata quiere “su parte”. Y estoy hablando de
la “pequeña” corrupción, la de la administración cotidiana de servicios.
En las grandes obras es donde está la
gran corrupción: en la infraestructura, calles, carreteras, puentes y demás
servicios de comunicación; pero también en los de salud, educativos, justicia y
demás. Por no hablar del narcotráfico y los giros negros, o de las
instituciones ciudadanas como el INE.
Los grandes abusivos son algunos
secretarios federales (¿el presidente?), los gobernadores (no todos, pero si
muchos) y sus allegados, muchos presidentes municipales y sus cuates. La gran
mayoría, los pobres ciudadanos que cometen una infracción o que pagan un favor,
lo hacen por necesidad, por ahorrarse unos centavos.
Así que, si los mexicanos fuéramos
buenos católicos, buenos cristianos, la gran mayoría seríamos tuertos. Y la clase
política ya estaría ciega y habría perdido también sus manos.
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