Alejandro Mario Fonseca
Señoras,
señores: he venido a este lindo pueblo con el corazón lleno del entusiasmo de
hace ciento veinte años, porque yo soy un rebelde a toda opresión y a toda
esclavitud.
Hace días,
desde la cumbre de uno de estos cerros, vi la Sierra de las Cruces, el camino
del padre Hidalgo y de sus gentes. El campo lleno de los recuerdos del gran
patriota cuyo grito de libertad es, con el silencio heroico de Cuauhtémoc,
nuestra mejor herencia, la riqueza inagotable de nuestro corazón.
El anhelo de
la libertad es el más grande fruto que ha cuajado el corazón humano. Porque
sólo siendo libres, porque sólo no siendo esclavos, podemos no odiar, no tener
rencores, y hacer de nuestra vida sin rencor y sin odio, el acto de justicia
que Dios nos ha ordenado.
Para ser
justos es necesario ser libres. Los sentimientos de justicia son hijos de la
libertad, pues nunca, siendo esclavos, podremos ser justos.
AMLO Ceremonia en EDOMEX 15 DE SEPTIEMBRE 2018. Fotografìa Notimex |
Los malos gobiernos precipitan a los
pueblos a la esclavitud
Hace 400
años los mexicanos perdieron su libertad por culpa del mal gobierno del rey
Moctezuma. Ese monarca impuso por la fuerza contribuciones injustísimas a los
pueblos que formaban el gran Imperio Azteca, y los pueblos, así oprimidos, lo
odiaron a muerte y juraron venganza.
Cuando los
españoles llegaron a nuestras tierras, encontraron fácil la invasión y la
conquista, ofreciendo a los indios oprimidos su apoyo y ayuda para acabar con
Moctezuma y su tiranía.
Sabemos de
sobra con cuánta perfidia obraron aquellos infames aventureros. Y los pueblos,
esclavizados por el tirano, se entregaron a los españoles sólo para saciar su
odio contra Moctezuma y vengarse de su gobierno despótico.
Así, por
culpa del mal gobierno, perdieron los mexicanos hace 400 años su libertad, y
cayeron en la horrible esclavitud de la que los sacó después de tres siglos el
sacrificio generoso del cura Hidalgo y de sus compañeros.
Por los
malos gobiernos también, treinta y seis años después del fusilamiento del señor
Hidalgo, perdimos la mitad de nuestro territorio en una guerra injusta con los
Estados Unidos del norte.
Ahora, los
norteamericanos han empezado a conquistarnos lentamente, corrompiendo con su
dinero a muchos de nosotros, comprando por medio de su actual embajador, el
nefasto Mr. Morrow, grandes y ricas extensiones de terreno, y la mayor parte de
las plantas de energía eléctrica que hay en nuestro país.
¿Pronto perderemos otra vez nuestra
independencia?
¿Preferiremos
un falso y relativo bienestar económico, es decir, un poco de dinero yanqui que
gastaríamos bien pronto? ¿Preferiríamos eso a nuestra independencia, a nuestra
libertad?
Es mil veces
preferible llevar una vida modesta o una pobreza misma, antes de llenarse de
deudas antes de aceptar el dinero yanqui para ilusionarnos con un traje
dominguero, deudas que pagaremos, probablemente, al mismo precio de nuestra
independencia, al precio mismo de nuestra libertad.
Es bueno
pensar en la vergüenza que será para nosotros, si dentro de algunos años, tal
vez pocos, ya esclavos de los yanquis, viniéramos a este mismo lugar, a
celebrar esta fecha, en que Hidalgo y sus compañeros se sacrificaron para ser
nosotros un pueblo libre.
¿Con qué
ánimo vendríamos aquí nosotros, vendidos y cobardes a recordar a Hidalgo y a
Morelos, a Mina y a Guerrero? ¿Así corresponderíamos a tan ilustres
sacrificios, a sólo la distancia de cien años?
Conciudadanos:
No hay que
olvidar que la vida es demasiado corta para que la ensuciemos dejándonos
dominar por lo mezquino que hay en cada uno de nosotros. Que todo lo bueno y lo
noble que en nosotros hay, nos domine a nosotros mismos.
Que nadie
sea indiferente al porvenir de la patria. La indiferencia es tan criminal, como
el crimen mismo.
Todos podemos hacer algo por salvar a
la nación
La pobreza
se cierne sobre nosotros. No gastemos más de lo que ganamos. Más aún, guardemos
algo de nuestras pequeñas ganancias, porque tal vez, días peores vendrán a
poner a prueba nuestro patriotismo y nuestra honradez.
Mi voz en
esta fiesta no trae acentos de alegría. Tampoco soy el mensajero de fatales
noticias. He venido sinceramente a traer alerta ante la situación de la
república.
Yo no les
diría a ustedes: “Alegrémonos ahora, porque mañana estaremos tristes”. Eso me
parecería cobarde y ruin. Cuando yo venga a invitarles a la alegría, vendré a
decirles: “Hay que alegrarse ahora, porque mañana estaremos más alegres aún,
porque mañana seremos más felices que hoy”, y la verdadera alegría exija de la
libertad.
Sepamos
conservar nuestra libertad ya amenazada por los Estados Unidos. La base de la
patria es la libertad. Bendita sea la memoria de los hombres que hoy, hace
ciento veinte años, abandonaron familia y tranquilidad, y que dieron la vida
misma para dejarnos una nación libre, una verdadera patria.
Que no nos
corrompa el dinero yanqui. Prefiramos la muerte antes que volver a ser
esclavos.
La
influencia de Carlos Pellicer
Usted acaba de leer el Discurso de Carlos
Pellicer en Huixquilucan pronunciado el 16 de
Septiembre de 1930. Su lectura fue la participación de
Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de AMLO, en el acto conmemorativo de la
Independencia, el pasado 16 de septiembre en Ocoyoacac.
Ahí estuvo presente nada menos que el primo de
Peña Nieto, el gobernador Alfredo del Mazo Maza. También estuvo la candidata
“perdedora” de MORENA Delfina Gómez. Se trató de una “bofetada con guante
blanco”.
Es decir
AMLO le devolvió a Peña una agresión (la imposición de su primo en la
gubernatura del estado de México) con elegancia, sin necesidad de ser corriente
o de bajarse a su nivel. Además le dio a la clase política (incluida la de MORENA)
una lección de historia, ética y patriotismo.
Fue precisamente la influencia de
Carlos Pellicer la que marcaría a AMLO para el resto de su vida. Él ha
reconocido en varias ocasiones su deuda intelectual con el poeta. Y digo que lo
marcó para toda la vida porque para Pellicer la política era una “tarea
evangelizadora”.
En el núcleo duro de su Proyecto
Alternativo de Nación, de AMLO está la revolución de las conciencias, para impedir en el futuro, el predominio
del dinero, del engaño y de la corrupción, y la imposición del afán de lucro
sobre la dignidad, la moral y el amor al prójimo.
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