Alejandro
Mario Fonseca
Lula da Silva, es un destacado político brasileño.
Fue presidente de Brasil entre el 1 de
enero de 2003 y el 31 de diciembre de 2010.
Miembro fundador y presidente honorario del Partido de los Trabajadores (PT).
En las elecciones de 2006 venció
otra vez en las presidenciales y obtuvo un segundo mandato como presidente, que
finalizó el 31 de diciembre de 2010.
Dilma Rousseff, ex jefa de Gabinete de
Lula y también militante del PT, le sucedió en el cargo, tras obtener la
victoria en las elecciones presidenciales de 2010.
Actualmente Lula está detenido en un centro de
reclusión en Curitiba, Brasil, por delitos de corrupción, condenado a
12 años de prisión. Fue detenido el 8 de abril de 2018 cuando se entregó a las
autoridades.
Su biografía política aunque sencilla
refleja una enorme perseverancia en la lucha por el poder político. De origen
humilde, Lula fue obrero metalúrgico y sindicalista y a mediados de
la década de 1980 ocupó la presidencia del sindicato de los obreros
de la metalurgia.
Fue uno de los principales organizadores de las
mayores huelgas durante la dictadura militar, que pusieron en jaque al
régimen y aceleraron su caída. Al igual que AMLO en México, fue candidato a la
presidencia de Brasil en varias ocasiones y no fue sino hasta 2002 cuando
logró ganar.AMLO y Lula Da Silva |
Reducción de
la pobreza
Durante sus ocho años como presidente
de Brasil, hizo reformas y cambios radicales que trasformaron social y
económicamente a Brasil: triplicó su PIB per cápita según el Banco
Mundial, al punto de convertir a la República en una potencia mundial.
Lula es ampliamente reconocido como
una figura de su tiempo y se considera que su gobierno de “izquierda” fue
clave para los éxitos económicos de su país, en particular en materia de
reducción de la pobreza.
Implementó programas sociales
como Hambre Cero o Bolsa Familia, que contribuyeron a sacar
de la pobreza a unas 30 millones de personas en menos de una década; 52
millones de personas (el 27% de la población) se beneficiaban de Bolsa
Familia.
También derrotó al cáncer, en
octubre de 2011. A Lula, fumador durante más de 40 años, se le diagnosticó cáncer
de garganta y empezó a recibir un tratamiento de quimioterapia con
el que meses después superó la enfermedad y pudo reanudar sus funciones.
Como ya dije, el gobierno de Lula
tuvo continuidad con Dilma Rousseff, que le sucedió en el cargo, tras
obtener la victoria en 2010 y fue reelecta en 2014.
La maldita
corrupción
En marzo de 2016, en medio del escándalo
de corrupción de Petrobras y 11 días después de su detención para ser
interrogado por su supuesta participación, Lula fue nombrado Ministro de
la Casa Civil, por el gobierno de Dilma Rousseff, algo visto por sus
detractores como una forma de obtener inmunidad judicial.
Este nombramiento fue inmediatamente
suspendido por un juez del Tribunal Federal de Brasilia, pero procedió al día
siguiente, después de que un tribunal de Río de Janeiro levantara la medida
cautelar que impedía su nombramiento.
Aunque de nuevo el mismo día volvió a ser
suspendido por el juez Gilmar Mendes, miembro del Supremo Tribunal Federal
de Brasil, el 12 de julio de 2017, Lula fue condenado en primera instancia a
nueve años y seis meses de prisión por el juez Sérgio Moro.
Es la primera vez en la historia de
Brasil que un expresidente es condenado por corrupción pasiva. Actualmente, se
encuentra en prisión tras haberse entregado el 7 de abril de 2018.
Yo creo que Lula es inocente, se entregó, no
huyó de Brasil ni se enriqueció, pero lo cierto es que no supo controlar los
abusos de sus colaboradores. Hoy paga las consecuencias. AMLO vivió algo
parecido cuando fue Jefe de Gobierno del D F y nunca le probaron nada.
La
democracia brasileña se tambalea
La presidenta Roussef fue suspendida
de su cargo el 31 de agosto de 2016. Desde el 12 de mayo de
2016, el Senado había abierto un proceso de destitución en
su contra, por lo que se encontraba desde entonces, y hasta el final del
proceso, suspendida de sus funciones como Jefa de Estado y
de gobierno.
Había sido declarada culpable del
delito de responsabilidad en el maquillaje de las cuentas fiscales y la firma
de decretos económicos sin aprobación del Congreso de Brasil por 61 votos
contra 20. Michel Temer asumió como presidente en su reemplazo.
Ni Lula ni Roussef elaboraron un Plan
de Desarrollo a largo plazo. El crecimiento de Brasil fue súbito y hoy el
mediocre gobierno de Michel Temer paga las consecuencias: una izquierda
desgastada y la desinstitucionalización,
han dado al traste con la frágil democracia.
La semana pasada Jair Bolsonaro, un
fascista mucho más peligroso que el mismísimo Donald Trump (lo que es decir
mucho) ganó las elecciones primarias con cerca del 46% de la votación, y puede
ser que gane la segunda vuelta.
Brasil, además, se encuentra en medio
de una prolongada recesión económica, así como en un entorno de violencia
extrema que vio llegar las tasas de homicidios a niveles récord el año pasado.
AMLO está
obligado a aprender de Brasil
La situación de corrupción y
violencia que vive Brasil es muy parecida a la mexicana. La diferencia es que
aquí es producto del salvaje neoliberalismo que implantó el salinato y que
profundizaron los panistas y Peña. Allá la responsable fue la izquierda y su
política asistencialista.
Antes de las elecciones del pasado 1
de julio en esta columna decía que el gobierno de AMLO iba a ser más parecido
al de Lula que al de Maduro. Y sigo pensando lo mismo, salvo que tengo la
esperanza de que el tabasqueño sí elabore un Plan de Desarrollo de largo
aliento; y sobre todo que ahora si se rodee de colaboradores honrados y que los
vigile.
Lula no es politólogo como AMLO y a
todas luces careció de visión política. Implementó un asistencialismo de Estado,
que se tradujo en una nueva clase media ignorante que hoy le da la espalda y se
reúsa a identificarse con los pobres, con los todavía millones de marginados.
Además las iglesias, tanto la
católica como la evangélica son los más duros críticos del populismo y de la
corrupción. Al igual que Trump, Bolsonaro ofrece “mano dura” para reencausar la
economía brasileña.
Hábilmente en México AMLO habla de reconciliación y de perdón.
Esperemos que sus “contra reformas” estén lo suficientemente estudiadas dentro
de un Plan de Desarrollo conscientemente elaborado y de largo plazo:
sostenible.
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