Corría el primer año de los setentas
Por José María Arellano M.*
- ¿Donde quieres trabajar? –me
preguntó la mamá de Juan- en la zapatería o en el instituto de inglés.
Medio lo pensé y le contesté que
en el instituto.
La mamá de Juan, nos había
conseguido trabajo, pues –mi amigo y yo- estábamos por ingresar al Colegio de
Ciencias y Humanidades en el plantel Vallejo de la UNAM, para lo cual pasarían ocho
largos meses y ella no nos quería de vagos en todo ese tiempo. El trabajo en la
zapatería –elección, que a fin de cuentas y por dedazo- lo “eligió” Juan, pintaba bien por lo que me
comento mi cuate; el dueño lo llevaba a surtirse de calzado en coche y lo
invitaba a desayunar o a comer. Esa zapatería, y la única que existió en
Tlatelolco, estuvo en el edifico Ignacio Zaragoza.
El instituto de inglés estaba en
el edificio “Revolución de 1910” en
el quinto piso; el trabajo era de office
boy, pintaba mejor; era por la tarde de 4 a 7 de la noche o sea un horario
de tarde-noche, como ahora se estila decir. Era hacer la limpieza de todo y
repartir la correspondencia. Ahí conocí a Mr. Jackson, el profesor de color que
impactaba por su estilo de vestir y el de hablar, muy a la personalidad de las
personas de color, todo un tipazo.
Entre el trajín de entrar y salir
del edificio conocí al actor Johnny Laboriel, pues ahí vivía con su familia -no
recuerdo en que piso-. En una ocasión, la dueña me mando llamar para
notificarme que me pagaba el curso básico de inglés y con gran entusiasmo le
agradecí. A veces recuerdo el “Open your
mouth” que exigía Mr. Jackson a la clase cuando pronunciábamos los
enunciados de las lecciones del inglés básico.
La zapatería se fue a la quiebra
al año de haberse inaugurado. Yo seguí en el instituto trabajando y aprendiendo
el inglés que después me sirvió cuando estuve en el CCH. Y por igual, que la
zapatería, al cabo de unos meses, el instituto –mejor dicho, la dueña nos
notificó- cerraba sus puertas. Ahí dejé el único rótulo que hecho en mi vida
que decía en letras azul y contorno blanco: INSTITUTO DE INGLÉS.
Años después, cuando me desvelaba por el trabajo, me daba oportunidad de contemplar a través de la ventana de la sala, el edificio de enfrente con sus luces que conforme pasa la noche se van apagando una por una y así hasta el amanecer. La aurora y el silencio son interrumpidos por el taconeo de las damas al ir corriendo en dirección a la estación del metro y en minutos la actividad se generaliza. La estación del metro cambio el ritmo de esta parte de Tlatelolco, tanto que la administración del edifico “José María Arteaga” decidió tapar con muro los accesos que atravesaban el inmueble.
Pues bien, ahora gozo de “mi libertad”, debido a que injustamente
fui despedido del Gobierno del Distrito Federal; 17 años laborando arduamente y
sin desmayo. Algunas de mis amistades, me han externado que fue un desperdicio
el haber trabajado tantos años en el Gobierno…
Se ha hecho de noche… -suspiro y
volteo a ver el edificio de enfrente- me doy cuenta que me he reencontrado con
Tlatelolco, mi casa.
*
Diseñador gráfico.
Para mi no fue un desperdicio, tuve la oportunidad de conocer a una gran persona..
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