Café recién tostado
DE TROMPO Y TROMPADAS
Corría el primer año de los setentas
Por José María Arellano M.*
Eso decía cada vez que se
suscitaba una burla, pero así me la lleve unas semanas. No sé, porque de
repente cambio su actitud hacia mí, éramos compañeros aunque no cuates pero al
menos sabíamos dónde estaba cada quien parado.
Acaso me tomo envidia porque en
una ocasión lleve a la secundaria un “papel
mágico” –bueno, eso les dije a mis compañeros de tercero de secundaria-
pues era papel que al contacto con la luz se obscurecía; entonces les hice una
demostración moje ligeramente una moneda y la puse sobre una tira del “papel mágico”; en breves segundos la
tira de papel se obscureció… quité la moneda y continuó el proceso de
obscurecerse en tonos grises donde se marco el escudo de la moneda. Era recorte
de papel fotográfico que al contacto con la luz pasaba eso, simplemente se “velaba”.
O fue porque demostré tener dotes
de saber dibujar y él se consideraba como el único –al menos en ese salón- de
tener esa habilidad. El caso es que, se soltó con burlas de mi color de piel,
de mi estirpe; hasta que un día me le encaré:
- ¿Qué te pasa? O te calmas o nos
arreglamos –me puse en posición boxística, emulando a Cassius Clay, en aquella época era el favorito y después por su cambió de
religión se llamo Muhammad Ali- pero en fin, ni siquiera logre intimidarlo con
mi buena imitación de pose boxística y menos con mi baja estatura, él sonrió burlonamente
y se fue.
Así transcurrió una semana más y la situación con el “sanchezum” –apodo que se le quedó porque el maestro de literatura le hizo una observación de un trabajo que entregó “Sánchez”, porque nunca le ponía acento y zeta al final de su apellido y así los entregaba, sin acento y sin zeta; el maestro hizo mofa de aquello y pues de ahí hasta la eternidad el “sanchezum”-.
Así transcurrió una semana más y la situación con el “sanchezum” –apodo que se le quedó porque el maestro de literatura le hizo una observación de un trabajo que entregó “Sánchez”, porque nunca le ponía acento y zeta al final de su apellido y así los entregaba, sin acento y sin zeta; el maestro hizo mofa de aquello y pues de ahí hasta la eternidad el “sanchezum”-.
- ¿Qué te pasa? –me preguntó mi
hermano mayor- al verme sacado de onda.
- Hay un compañero en la
secundaria, que esta molestándome y la verdad ya no aguanto.
Quién no ha vivido en carne
propia esas agresiones –sin contar las físicas- de compañeros de escuela que se
la pasan molestando a los demás; pero ahora como ya le dieron un término en
inglés ¡carajo!... ahora sí existe. Tantos años de agresiones sufridas por
quienes por miedo no se defienden, deben de “apoquinar” y sufrir, en la mayoría de los casos, en silencio, del
ahora bullying.
- Pues dile a ese chavo que se
las vea conmigo..
- Mi rostro –aunque no lo vi
reflejado en el espejo- sentí que se iluminó.
¡¡Y cómo va!! al día siguiente,
que le digo en su carota al tal “sanchezum”.
- Pues dice mi hermano que cuando
quieras se arreglan con un tirito –ya no hubo necesidad de posar
boxísticamente-.
- Ja, ja, ja, pues dile a tu
hermanito que el próximo viernes a la salida.
¡Sopas!, que se empieza a
difundir el “gran trompo”, y no hubo
necesidad de las “redes sociales
virtuales”, que como tales no existían; y la red social en la secundaria
cumplió su cometido, el único inconveniente de la “nueva red social”, es que uno debe estar “on line”, es decir, estar en tiempo y forma debidamente conectado.
Toda -o la gran mayoría-, de los
alumnos de la secundaria 83 ya estaban enterados que el próximo viernes “a la salida” era la gran bronca.
Y llegó el esperado viernes… gran
expectación, algunos me daban aliento, otros simplemente me veían; pero estaba
seguro, mi hermano es bueno para aquello de las trompadas y sin alardes de
movimientos boxísticos, pues tenía su propia técnica.
A la salida, estaba mi hermano y sus amigos que por
igual para mí lo eran. Nos dirigimos a un claro a la cabecera sur del edificio
Santos Degollado. Se formó el ring humano y empezó el intercambio de golpes…
Sánchez abraza a mi hermano y este de un empujón se suelta; no pasaron ni cinco
minutos cuando un buen número de policías -¿De dónde salieron?- se acercaron a
los peleoneros, el ring humano y los espectadores se dispersaron; tan solo de
reojo alcance a ver como mi hermano se zafaba del policía que ya lo tenía
sujeto del brazo, corrí hacía la calle de Lerdo; espere un rato escondido tras
un auto y en unos segundos dejé mi escondite. Me encaminé a casa, preocupado
porque no sabía de mi hermano. Ya casi de noche llegó mi hermano y descanse. Sí,
me relajé porque ese “mini trompo”
marcó, en los días siguientes y hasta que terminé la secundaria, el fin de las
ofensas del compañero de secundaria que tan sólo lo recuerdo por “Sánchez”.
*
Diseñador gráfico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario